sábado, 6 de noviembre de 2010

Ya no estaba solo

Y de repente aquel silencio a quema ropa comenzó a ser desgarbado por las gotas de agua suicidas que se estrellaban en el techo de esa casa maltrecha y deteriorada. José Ignacio se encontraba en el interior de ese hogar que comenzaba a dar señales hondas de los años en que ella había sido parida de la mano de esos “dioses” tan contradictorios llamados humanos. Egoístas, menguantes de sus obras, guerreros e indefensos a la vez. La lluvia en confabulación con la nubosidad habían desaparecido la Luna y la música de los afueras comenzó un estruendoso ruido que dejaba olores a tierras mojadas, aires húmedos y friolentos, que estregaban en la cara del joven aquella palabra que sólo el número uno representaba, la soledad, esa ánima a las que tanto temen o a la que tanto necesitan –me atrevería a jurar a que eres un ángel sin misión, una vagante que brinca de existencia en existencia por el mero placer de invadir corazones – dijo el muchacho con la mirada perdida y la voz confusa entre el aguacero que caía.

Él, sentado en el comedor sabía que pronto las aguas suicidas le invadirían el hogar, estaba frente a la ventana viendo caer el aguacero en el silencio interrumpido y el hermoso caos que se desprendía de ese cielo azul petróleo, o quizá gris plomo o negro en su defecto. Acompañado con nada, sólo una taza de té de manzanilla que había hervido hacía un rato; ya no importaba lo temperamental que estuviese el té, ni siquiera importaba aquel inmenso espacio para un cuerpo tan pequeño. Entonces, ella le susurró al oído. Su aliento era frío, su presencia se difuminaba con lo húmedo de la noche. Él sintió una especie de descarga eléctrica en la mitad de su cabeza, comenzó desde la nuca y rápidamente se expandió hasta mollera para terminar su andar cerca de la punta de la nariz. José Ignacio sólo encogió sus hombros, puso la taza de té en el piso y cruzó sus brazos dibujando en su cara cierto intento de sonrisa. Una sonrisa de complacencia.


El hombre sentado nutriéndose de la humedad rió, y de nuevo sintió su presencia. Pensó en que había un montón de cosas que le neutralizaban el necio pensamiento de la soledad, su manipulación para sentir angustia y desespero, su control mental no funcionaba, su arrastre no lo impulsaba a los bordes de la nostalgia, la lluvia exterminaba los gritos de su silente presencia. José Ignacio, sintió a la soledad como una eterna amiga, como la deidad de los poetas, como la necesidad de los aturdidos, como la íntima que llega cuando todos se han ido. Él inspiró y suspiró mientras seguía viendo la majestuosidad de Gaia. Fue entonces cuando la invasión del agua se hizo exitosa, las gotas comenzaron a sonar en el piso, como quien toca la puerta después de haber entrado, el impacto con el piso de cemento pulido no dejaba más que salpicones y sonidos. Entonces, José se levanto de la silla a buscar un recipiente y ponerlo en las goteras. No dio tiempo de dar más que un par de pasos cuando la electricidad se esfumó, y los truenos y rayos alumbraron todo en un intermitente estornudo. Todo quedó en la penumbra, la sombra de José se había hecho inmensa, él por su parte con inutilidad miró a todos lados para no ver más que la noche invadiendo su casa, así como ella, el aguacero, el silencio a medias, los olores, el frío y las deterioradas paredes de la casa; indiferentemente hizo una seña con la boca, y como un ciego volvió a su silla sin intenciones algunas de encender una vela. De nuevo tomó la taza con insuficiente té, ya sopeteado, su respirar se hizo más elevado y se acomodó – después de todo estoy más acompañado que de costumbre - dijo mientras se tomaba el último sorbo de manzanilla junto al montón de visitantes mudos que le observaban quizás morbosamente, tal vez con intriga.

Autor: Carlos Arturo

5 comentarios:

Mariluz GH dijo...

Oooooh Carlos, con el pánico que me da la oscuridad, has conseguido erizar mis vellos...
Gran relato de múltiples interpretaciones, que recordaré la próxima tormenta que 'me visite' -ya pronto empezarán- amigo.

abrazos agradecidos a tu fidelidad y cariño

pd. ¿me dirás cómo han acabado los exámenes?... espero que con grandes éxitos para ti, querido amigo :)

Luis Arturo Cerón dijo...

Me he ido imaginando cada cosa que relatas, no se si he visto lo mismo que tu, pero al final me lleva a sentir una inmensa soledad, curiosamente una soledad que hace compañía.

Un abrazo desde el sur.

SILVIA dijo...

Querido amigo, creo que hoy (8 noviembre) toca decirte: FEEELIIICIIIDAAADEEESSSS!!!!
Que tengas un hermoso día y mis mejores deseos, por supuesto, acompañados de un millón de besos y abrazos bien regordetes!!!!!

Ana Márquez dijo...

Me ha encantado lo del "té temperamental" :-) Imágenes buenísimas. Felicidades, chiquillo!

Caco dijo...

* Mariluz, amiga, la oscuridad es esa inmensa fémina que siempre se mantiene contradictoria en las concepciones, pero termina siendo temida.

Muchas gracias por esa preocupación, todo fue muy bien. No fue un semestre muy fácil que digamos.

Abrazotes inmensos y querida compañera de las letras.

* Gaspar II, uy, amigo, esa inmensa soledad es otra "compañía". Por ahí mismo va la dirección de lo narrado.

Gracias por estar siempre atento a estos lados. Un inmenso abrazo.

* Silvia, ¡Guapa! gracias por esos buenos deseos, ciertamente, lo he pasado de maravilla, comenzando por mi actitud. Gracias por pasarte por acá y dejar tanta buena vibra.

Te deseo lo mejor, somos equivalentes al mes :) Besos y abrazos.

* Ana Máquez, gracias guapa. Me alegra inmensamente que te haya gustado. Abrazotes.

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Gracias Verónica por tomarme en cuenta :-) Feliz semana de la amistad a todos