miércoles, 17 de abril de 2019

03 de junio


I
Bajo un toldo un perro aguarda
que baje el caudal que barre la arena de las calles;
parece entender nuestra urgencia
está pensativo, mirando todo con compasión.
Ha estado lloviendo,
pienso al perro entristecido por el aguacero
enlutado por la orfandad
con su pelaje negro como un smoking mojado;
el callejero es paciente,
ve caer el agua en un país menesteroso.

II
Mi sobrino cumplió años hace dos días,
antes de pensar en el perro negro
pensaba en la policromía de una sima
en que todo color se funde y pierde en el negro.

Del negro venimos y al negro vamos.

Pensaba en el calor del primero de junio
Viendo transpirar a mi sobrino
con la mangas de su camisa sucias
de tanto secarse el rostro.
Pensaba en los pies cansados de su madre,
por tanto buscarle agua.
En su angustia por las reservas bajando.
Pensaba en el hastío de su padre,
en su piel oscura, reseca y tostada
-como el café que tuesta y muele a eso de las 11:00 a.m.-
en la insolación y los ardores,
en la inclemencia de estas tierras abrasantes.
Pensaba con la garganta seca, y apenado
por tener que pedir un vaso de agua
en los pies descalzos sobre las superficies calientes
desesperados en su andar por calles y aceras
que han timado a los ojos con charcos de agua
que se evaporan en segundos al acercase.
Pensaba en mamá con la mano adolorida
por tanto agitar el abanico,
en sus finas blusas empapadas de sudor.
Pensaba en quien no llora
para no aumentar la fuga de líquido,
en quienes alcanzaron llegar a los ríos.
Pensaba en un pueblo sin agua
en la desmoralización que nos otorga la sed
en los cuerpos descompuestos y humillados
en la agitación y en la ira desmedida 
en lo violentos que nos vuelve la carencia.
Pensaba en quien maldice esta ruina antropomorfa
con los labios agrietados y escamosos
antes que los once años de Ángel, mi sobrino.

III
¿Cómo hemos resistido este clima infernal,
esta garganta del dragón?
¿Cómo se sostiene tanto apego a estas tierras
deforestadas por la urbanidad y corroídas por el sol?
¿Quién? sino quien espera que se le seque rápido
la ropa recién lavada
Reflexiono furioso y desganado
babieco por el calor,
resignado como un árbol en el mediodía,
como un cactus, inmóvil y sin agua
tragando mi saliva,
con los pigmentos estimulados
la sequía circundante
a punto del incendio.

Me despiertan las voces  
resuenan por encima del agua golpeando el piso
la luz se ha tornado más fría
¡Al fin ha llovido!
Vienen charcos verdaderos y no espejismos
La lluvia es el refugio
hoy, mediana salvación.

IV
Es como si fuera un milagro, llueve.
Mientras personas salen con las bocas abiertas
como pozos secos,
otras criaturas buscan refugio,
algunas son arrastradas.
Pienso en la química del agua al integrarse con la tierra
en la sipa, el barro y los olores que desprende.
La gente se baña en las calles,
los chorros que vienen de los techos caen sobre los cuerpos
caen sobre los recipientes de nuestras cotidianidades
caen sobre nuestra cólera diluyéndola.
¿Quién se ha apiadado de nosotros
en este fogoso litoral desprovisto de estaciones?
¿Existe algo así como quién se pudiera apiadar de nosotros?
¿Cuál es el milagro: la lluvia o nosotros que resistimos
como piedras en el país de las necesidades?

V
Bajo las goteras que se cuelan por el techo he puesto bañeras,
Llueve duro, no hay donde refugiarse del estruendo;
las gárgolas brotan chorros anchos de agua,
la que nos ha salvado,
al menos de los cuerpos salados por tanto sudar.
El horizonte es gris, irónicamente, hoy es un color alegre.
Todos piensan que han sido salvos;
importa el agua, así no sea potable.
A todos, el ruido nos ha dejado sordos,
no importa cuanto pueda gritar el sentido común,
hay una embriaguez fluvial que no deja pensar
hemos sido mojados
la sed persistirá.

Llueve
desde una ventana he podido ver la alegría colectiva,
se vislumbra todo como un milagro,
¿Cuál será el costo de esto para mañana?
¿Importa mucho eso ahora?
cuando hoy se puede lavar la hediondez de nuestros desechos
cuando al fin no tenemos que calcular el agua para un baño.
A un gentilicio desesperado no le ocupan los efectos
cuando ahora la natura atiende un problema de gestión política
la barbaridad nos atenaza por el cuello
pero el aguacero nos hace creer que no estamos siendo ahorcados,
mientras tanto un perro bajo un toldo, paciente, espera
que escampe para cruzar la calle
y yo espero llenar todo lo que se pueda
con el agua de la lluvia.

Carlos Arturo

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Gracias Verónica por tomarme en cuenta :-) Feliz semana de la amistad a todos