La noche de tus ojos
aún no sabe de monstruos.
Es la noche en que se duerme
sintiendo la presencia de Dios,
conmovido por una hermosa oración.
Tu risa es de día,
la mixtura del mundo que inicia.
Entre tus dientes el sol, el verdor y la brisa.
El paso ha ido tomando lo suyo,
y yo perplejo guardo tu nombre en mí.
Exagero siempre,
porque eres más grande que el mal circundante
y frágil como todo lo bello
sin estar exento de lo propio de la vida
te celebro, confiando en tu prolongación.
Sea entre mis brazos o en una caricia.
Mi percepción es un horizonte de eventos
el tiempo es indecible,
Ahí tu brevedad jamás es,
eres para siempre.
Carlos Arturo