miércoles, 27 de abril de 2011

Mixturas de un destiempo



Luego de haber ingerido licor masivamente, ella se acercó a la casa de su infancia. Vivió desde siempre en el mismo pueblo, cerca de la ciudad que apuntaba al norte. Su baúl de recuerdos se había vuelto magnético, sus sentires, sus dolores, nostalgias y alegrías tenían una gravedad inmensa, no la dejaban escapar del abismo en el que ella circundaba en esa especie de espiral.

Apenas con los ojos abiertos e irritados llegó a ese hogar casi abandonado y poderoso. Su cuerpo era liviano e indolente, sus pies torpes e inquietos, su aliento olía a vicios y a cloacas de tristezas. Sin embargo, allí la vio… con cierta luz milagrosa en su faz. Ella sonrió y lloró al mismo tiempo… su madre, la que horneó galletas de flores, la que la besaba en la frente y luego quitaba su huella de lápiz labial. Ana, no podía dejarla de admirar entre la oscuridad interrumpida por las luces exteriores. Trastabillando pudo acercarse para ver su rostro transformado por cronos. Desde la tragedia última no conseguía recoger las piezas del valor suficiente para volver a verla; el alcohol fue el pegamento y el detonante.

Su madre la veía a los ojos con una candidez muy diferente a la de costumbre, se encontraba sentada cerca de un gabinete sobre un sofá de estampados florados. Su vestido negro era el que más le gustaba, por debajo de las rodillas, con un cuello hecho de encaje blanco, botones dorados y un cinturón a la cintura que le asomaban unos cauchitos preciosos (Ana siempre se los admiró). Poseía el mismo moño con el que su hija siempre la había visto. Y su sonrisa… era la inacabada experiencia del amor, era una sonrisa interminable, amplía y envidiable. Ana, como pudo se sentó a su lado y con lentitud fue acariciando el sofá hasta llegar a su mano. Sus uñas se sentían como el vidrio y su piel brillaba.

Su madre ahora miraba hacia la puerta, sus ojos apuntaban al vacío aparente de la oscuridad. Ana sonrió con la boca temblorosa, tomándole el rostro y dirigiéndolo al encuentro con su mirada. Cuando al fin las miradas chocaron ella se dio cuenta del hermoso color de ojos de su progenitora, eran avellana con las fronteras oscuras.  Lloró y como pudo se limpió la nariz, no obstante, la humedad del acontecimiento permanecía insistentemente en el ambiente.

La hija abrazó a su madre como tanto deseó por el tiempo de distancia. La sintió fría, pero consoladora, quieta y turbia. Cándida se caracterizaba por ser una mujer de fuerte energía y de atenciones que alegaban su procurar al prójimo. Tantos abrazos dados, innumerables besos de buenas noches, palabras de soles primaverales; todo eso lo extrañaba aquella mujer ebria y desconsolada.

Aprovechó la posición de su madre y recostó su cabeza sobre sus piernas blandas como la goma espuma. Lloró cuanto pudo mojando aquel vestido negro, Carmen no decía nada, solo la seguía mirando con sus ojos amaderados mientras el frío comenzaba a manosear los cuerpos y la materia. Los vidrios yacían empañados, Ana aferrada a su madre temblaba y se arropaba con aquel momento.

-Ma.. mami, ¿mami?, ¿me cuentas tus cuentos de perros parlanchines y de magos guiadores del camino a los perdidos?- dijo Ana con su lengua enredada y su aliento destilando amor etílico. Carmen bajó su mirada, y llevó su mano hasta el cabello enredado de su “niña”.

-Quiero que sea como cuando era niña, que me los contabas casi susurrándome y al terminar pongas tu dedo en la punta de mi nariz- Esta vez la voz de Ana era infantil, adulta y calurosa. Su madre retiro el cabello sobre su oído y acarició su mejilla.  El silencio era corrompido por las aceleradas palpitaciones y el respirar de aquella mujer acariciada por su progenitora. El ambiente, el alcohol y el cansancio terminaron internándola en un sueño profundo y ameno, como hace mucho no lo hacía.

Avivada por las palmadas de su esposo en las caderas. Ana despertó con rímel hasta en el cabello más con el adjunto de una intensa cefalea. Ella encandilada  alcanzó apenas a reconocer el rostro de David. Mientras él la miraba con molestia y alivio a la vez. Ella lo abrazó con lograda emoción de alegría, las manos de David hicieron un nudo en su espalda.

David, conmovido pronuncia: “Por Dios, Ana me has dado un buen susto… ¡mírate! Vamos a casa. Me prometiste no volver a beber y me juraste que no faltarías a las reuniones de AA”. Mientras le bajaba el vestido.

-No he faltado cariño, mas pido perdón por romper la promesa… no se me hace fácil despegarme, se me complica a mil poder cumplir- menciona Ana con los ojos casi sollozos. –Ya sé que me dijiste que no prometiera, pero si no prometo no puedo comenzar a escalar en este barranco en el que he caído- mirándolo a los ojos. David le limpia los parpados y le da un beso en los labios, preguntando que si ya está lista para irse… Ana con tacones en mano, y las medias panty rotas le asiente con la cabeza mientras se hace un moño con una tira vieja.

Se sienta por un momento en el sofá para colocarse los zapatos y de nuevo ve a su madre sentada y sonriendo, ella mira a su esposo y vuelve a mirar a su madre sonriendo a pesar del dolor de cabeza.  –He pasado la noche con ella, y le he dañado su vestido favorito – infirió la joven mirando la foto mareada en la parte baja del vestido. –Tráela con nosotros Ana, estoy seguro que ella quiere seguir mirándote – sonrió el hombre con sus manos en los bolsillos. Mientras Ana sorprendida y pensativa se le queda mirando.

David va hasta donde está ella, le ofrece su mano. –Lo dijiste mientras dormías- abriendo sus dedos. Ana toma su mano y lo que queda del portarretrato oxidado, levantándose. Le da otro beso en los labios y le dice que le contará con detalles, mientras sus cuerpos desaparecen al cerrar la puerta. 

Autor: Carlos Arturo

sábado, 16 de abril de 2011

Tu sonrisa



Tu sonrisa me enreda,
entre alientos y dientes,
una red de crisis existencial.
difumina las fronteras.
No sé como escapar;
quiero quedarme,
en la jaula blanda de tus encías.

Tu sonrisa tiene brazos,
que me salvan del abismo.
Me debilita,
me hace fuerte;
me detiene,
me empuja.
Hipnotismo involuntario de un cuerpo dimorfo.

Tu sonrisa me alumbra la noche,
Satisface completamente,
Provocando gases
haciendome eructar mariposas.
Completamente aturdido,
Absolutamente idiotizado
En el blanco de tu marfil.

Tu sonrisa me tienta a cambios,
Revoluciona mis entrañas;
me hace daño,
prostituye mis corneas
querer encontrarla en cualquier boca
Es un vicio incongruente,
Ver desnuda esa boca.

Tu sonrisa me ha dejado colgado,
 de ella he escrito poco,
haciendo mucho.
Huele a bestias de menta,
perfumada a optimismo de la nada,
me revuelca el olfato
reverdeciendo zonas desérticas.

Tu sonrisa me cruza los cables,
ocasionando cortocircuitos.
Me agudizan el estómago y el corazón,
reinventando una galaxia multicolor,
violenta y tranquila a la vez;
realidad con magia,
hechizo parido de la posibilidad.

Tu  sonrisa me bordea la cordura,
despega la locura,
arrancando mis pies de la tierra.
En tu sonrisa hay más de todo,
menos de nada.
Reproduce asombros,
por la fertilidad que imprime en mí.

Tu sonrisa fue mi salvación…
cuando no sabía que estaba perdido.
Es mitología ardiendo,
es frágil bienestar,
fuente principal de energía renovable.
Y después de su sonrisa,
hay un vacío rellenando la ausencia.

Tu sonrisa es simple,
tu sonrisa es compleja,
arte de labios que se extienden.
Trazos de encías y dientes.
Estira los parpados arrugándolos en las esquinas,
Su sonido es catastróficamente armónico.
Tu sonrisa se aloja en mis prioridades viciosas.

Autor: Carlos Arturo

sábado, 9 de abril de 2011

Lo juro por las Gracias


Lo juro por esta decadencia que se nos avalancha encima, por el estigma que llamas destino y que sigue vendando tus ojos, mas no te das cuenta de que son tus actos y no lo escrito en el viento lo que te hace creer en lo pulcro, cuando este juego es la mugre que crece entre las bisagras. Quizás, sea yo el errado, tal vez estoy cansado de toda esa basura buena o mala y que al final queda en un termino medio disfrazado de justificaciones o lapidado de acusaciones.

Y otra vez lo repito: ¡Lo juro! Pero esta vez con la mano en mis genitales, para no ensuciarme el corazón, con esta arcilla de conductas moldeadas por un artista mediocre. Y vete con las excusas que te he inventado para no seguir enviciado en tus caderas, para no aspirar tu perfume que en ocasiones al ser captado por mis fosas nasales ardidas comienzan a reventar vidrios sobre sus penumbrosos abismos.

Así es, ¡lárgate…! Márchate, aprovecha esta iniciativa endeble de no querer acobijarme en lo tibio de tu temperatura, saca partido a toda esta tragedia de mi caminar sobre un hilo en una lluvia de hojillas y diviértete en tu condena de libertad innecesaria, porque sigues en la esclavitud de tus vicios, viendo borroso a pesar del claro de tus ojos, de la ceguera selectiva que te sumerge en la locura de no querer por tan solo un tiempo de tu existencia  mirar el rumbo y examinar los por qué que se te han vuelto un apodo.

Y ya no sé por qué cosa jurar, porque no vale la pena sacrificar un “quien” en esta promesa, porque sé que los senderos de la desolación me obligarán a buscar la luz de tus dientes, a contaminarme con el humo de tus fumares, a volver a la jaula de tu entrepierna. Sí, lo sé, aquí el cautivo soy yo, no sois vos, ¿Pero qué puedo hacer? ¡Decime vos! Si sois la infección que ataca el cerebro, así como la meningitis. Sois la tristeza a la que los bobos nos acostumbramos, sois la trampa en la que caen los pendejos, sois música en esta fiesta, decime vos ¿qué puedo hacer? Mi opio personalizado.

Ahora mismo sigo el tramo de mi desesperación existencial tan pintoresca y abstracta como para que Edvard Munch resucite y se inspire en mi agonía. Transito los límites de la filantropía amando tu humanidad y la misantropía detestando tus actos. Si vos supieras y sintieras esto, entenderías de lo que te hablo, pero este trueque de información por lástima es inclemente, porque no reactiva la dopamina necesaria para sonreír en medio de esta calma tempestuosa.

¿Sabéis que este corazón se ha vuelto una prostituta?, como tu profesión por excelencia, como mi cara dura por el masoquismo y la tuya por tus andares a vox populi. Y lo juro por las gracias, por mi cordura y mis lamentos que me encargaré de que mi muerte lejana sea el completo olvido de tus archivos.

Así como te lo dije hace algunas palabras atrás: Lárgate, para fumarme tus memorias hasta que se endurezcan mis pulmones. Vete, que otra cama te espera para retozar y para ser desacomodada.

"Alea Iacta Est"

Autor: Carlos Arturo

viernes, 1 de abril de 2011

Conserva negra


Él se llama Juan Diego, nació un 05 abril como tantos que han discurrido, pero esta criatura es modelo 2010. Es el menor de mis sobrinos;  todo un huracán,  en cuanto lo veo se activan sustancias que provocan una tempestad de alegría que aceleran el corazón. Dulce como una conserva negra y yo soy un aprendiz de su existencia. El amor es una bestia bipolar y a falta de cordura voy corriendo yo ;) 

Abril puso en cóncavo ideales,
de costumbre a necesidad surgen las ganas,
estos brazos inquietos al caminar se reinventan,
la idea de usarlos como hamaca para su existencia,
procurando dormirle con susurros a los conductos auditivos
ponerlo de pie a ese mundo de sueños.
Sonríe para agrietar amarguras liberando dopamina.
La inocencia esta vez domó a las bestias del amor.

Nociones de sentirse tanteado por el afecto,
entre abismos donde no hay caídas
ahí somos y nunca fuimos;
Estáis vos,
produciendo miel para endulzar el corazón,
rescatando del olvido lo importante.

Casi un año y parece un mes,
ya domina el baile que conjura a felicidad,
permaneciendo cuadrúpedo,
pero listo para ser un bípedo.
En su largo intento de articulaciones de palabras
emerge un paréntesis de asombros.
Su evolución genera fiestas
y las fiestas gritan que discurre cronos.

Piel amarronada como la canela,
aterciopelada como el durazno.
Perfume tan característico cual clavo de olor.
Mirada de noche sin los miedos,
frescura como la sombra de un árbol;
dulce como conserva negra.

Conserva de fruta noble,
 como semilla en las entrañas,
para ser cosechado y procesado,
en un envoltorio de futuras etiquetas
con la nitidez e inocencia que el tiempo ira arrancando

La risa pululante de otro plano existencial,
el necio recuerdo de que no sé nada,
pero creciendo en el aprendizaje
con un montón de agujas de duración.
La angustia de su llegada mutada a anhelos.
Con tanta juventud en su miniatura,
siento que escalo en la vejez por él.

Dulce, oscuro y natural
hecho de pecado y placer,
con piezas por estrenar
y boca por recorrer caminos.
Conserva negra que va añejándose
exclusiva para el tiempo,
resguardada por los suyos.

Autor: Carlos Arturo

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Gracias Verónica por tomarme en cuenta :-) Feliz semana de la amistad a todos