viernes, 15 de enero de 2021

La luz perpetua


Encendí la luz en noviembre

para ser centinela de tus noches.

Tomé tu mano y me miraste

reconociste a tu niño,

besaste mi mejilla y tu belleza me tocó

desapareciendo el hervidero en mi interior;

en diciembre me diste un nuevo nombre,

que he sollozado hasta el dolor de pecho

hasta la disnea;

han cambiado nuestros tiempos.

Es enero, y no estoy en casa.

 

Fue nuestro peor año,

estuve cansado, al punto de la desesperanza

conteniendo una furia punzante,

pensando en un poema sobre la viscosidad de la rabia.

Tú, con el cuerpo abatido

llenando cántaros con lamentos

estoica resistiendo el oleaje de los daños;

esperando que llegara a casa con algo para ti,

como quien insiste en taimar a Las Moiras.

Fue nuestro peor año,

pero siempre lo nuestro fue más grande que esta tragedia,

más grande que ese Nibiru orbitándome adentro,

más grande que este irremediable silencio plutoniano.

 

Te sobé la espalda para aliviar tu dolor

lloré en silencio para no causarte más angustias.

Me sonreíste para alumbrarme esa noche,

dijiste: “aún no”, dos veces

confié en tu promesa,

en tus victorias magnas.

Sin querer nos perdimos,

y perdimos,

a mitad del telar de Érebo,

con las Litaí abrumadas por tu nombre.

 

Dormías cansada de luchar

lejos de los azufaifos y nuestros lirios

fuera del alcance de la luz que encendí,

frente a un enjambre de langostas

consumiendo hasta la última hoja de tu jardín.

El amor no nos salva, mamá.

Lo que callamos al mundo entre todos los ruidos.

 Porto un desierto en mi media luna fértil

cuánto espacio en desuso,

cuánto destierro del Edén;

todos los aromas disipados

lo que veo frente a la llama de Hestia extinta.

Me quedas, como un Comala

Llueve.

 

Vamos en pasillos angostos,

en los que nos es imposible voltear.

No sé cuál sea hoy tu esperanza, mamá

la mía la llevo empuñada en el corazón,

volverte a ver más allá de las representaciones,

de mi memoria.

 

Porque soy otra vez un niño

que no sabe cómo retenerte ante el paso del tiempo

que busca volver a casa en medio de la multitud

que imagina que piensas en mí

y sonrío prometiendo estar bien.

Mas en el fondo le inquieta el mundo

y olvidó cómo dormir con la luz apagada.


 Carlos Arturo

1 comentario:

Mariluz GH dijo...

Suenan a despedidas definitivas estos versos, querido amigo. Cuéntame de ellos, si es lo que traducen mis ojos... acompaño tu dolor y tu llanto. Y aquí te dejo mi mejor abrazo.

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Gracias Verónica por tomarme en cuenta :-) Feliz semana de la amistad a todos