sábado, 24 de junio de 2017

Ese pájaro que sólo es libre


Lleva días la ventana abierta,
los relojes dan fe, no vuelve el pájaro.
Me he embriagado sobando su idea,
no está, eso se mantiene sobrio.
Duele el cielo que ahora se trata de su vuelo.
Sentado en esta cárcel, espero,
indigno, intoxicado, corroído y delirante.

La impaciencia endemonia, tengo espuma en la boca.
Este abismo embrutece, me hunde, me ata.
Discernir entre quimera y realidad es el reto.
La fiebre no cesa, deliro con esta incerteza.
Te quiero aquí, en mis manos pájaro, un instante.
Será mi secreto, la jaula abierta y su partida,
mi silencio será de labios zurcidos.

Pasan días entre taquicardias; ansioso,
 lanzando señuelos, mordidos por lo breve. 
Yo, trampa y bomba, resignado a esperar.
Mis manos la jaula y mis ganas el cautiverio.
Pienso todo esto mientras tanto su ausencia,
mirando a la ventana incontinente de nostalgias.
Lamo el desespero, sin alcanzar la mente y el corazón.

La trampa quizá no sea yo,
el plumaje envejecido y el vuelo de los años.
Todas las vidas vividas con su escala de grises.
Las horas del día para mostrar su belleza.
Tal vez sea la araña y yo la mosca. Enmaraña.
Sé tan poco del pájaro, las hipótesis son infinitas.
Me desconozco buscando las respuestas en él,
es inhóspito este paralelismo.

En mi cráneo revolotea su intangibilidad,
trina su existencia, pero no está.
Un mito del pájaro ha nacido en mis adentros,
concediéndole dominio  (hasta que la duda me ampare)
No espero nada  - lo que ofrezca – contradicciones.
La realidad onírica que yergue, íncubo que me sodomiza.
Esta es mi oración, a su beldad encarnación,
son ecos del vacío que he estado masticando,
rehusándome a vomitar o escupir.

Sobran razones para querer confinarlo en mí,
mas hay candor y sensibilidad para no privarle.
Estoy resignado a dejar sea, que vuele a otras jaulas.
Me habita de forma desoladora, como la muerte.
Consuela a regañadientes su libertad, hasta que retorne,
el desamparo de sus alas al viento.
He sido así en algún punto, he dejado jaulas también.
Aún no he llorado, pájaro, cualquier día llueve. Es primavera.

Su historia en este espacio es caleidoscópica,
quizá el Atacama me entiende cuando llueve.
La maravilla que representa, la ventana lo sabe.
Mis manos infames anhelan, como quien arranca la flor.
Te quiero, no sé cómo, igual no entiendes, pájaro,
el día y la noche se juntan un instante. Nos pasó.
Dos cosmos distintos apenas se rozan.
                                     
Entró un día, un momento; ya conocía mis rincones.
En silencio miré, como ya me había visto.
Al pájaro mi dedo le bastó para madurar los frutos;                  
me contemplé suyo, entró y hurgó, tan fresco.
Algo anunció la primavera, su atrevimiento.
Salió, y desde la ventana me miró, amé su lejanía,
Qué dulce fue haberme habitado, pájaro.

No sé cuánto más soporte sin pestañar, por si pasa.
He leído sobre aves del arte y encontrado,
en sus ojos que no miran como los míos.
La incertidumbre es su vínculo, me enferma.
Es mejor asesinar al mito, que muera esta querencia,
igual no entiende como tampoco el Sapiens. 
Le he dado excesiva importancia a ese pájaro que sólo es libre,

los estragos me tienen pendiendo de un hilo. Caeré. 

Carlos Arturo

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Gracias Verónica por tomarme en cuenta :-) Feliz semana de la amistad a todos