Luego de haber ingerido licor masivamente, ella se acercó a la casa de su infancia. Vivió desde siempre en el mismo pueblo, cerca de la ciudad que apuntaba al norte. Su baúl de recuerdos se había vuelto magnético, sus sentires, sus dolores, nostalgias y alegrías tenían una gravedad inmensa, no la dejaban escapar del abismo en el que ella circundaba en esa especie de espiral.
Apenas con los ojos abiertos e irritados llegó a ese hogar casi abandonado y poderoso. Su cuerpo era liviano e indolente, sus pies torpes e inquietos, su aliento olía a vicios y a cloacas de tristezas. Sin embargo, allí la vio… con cierta luz milagrosa en su faz. Ella sonrió y lloró al mismo tiempo… su madre, la que horneó galletas de flores, la que la besaba en la frente y luego quitaba su huella de lápiz labial. Ana, no podía dejarla de admirar entre la oscuridad interrumpida por las luces exteriores. Trastabillando pudo acercarse para ver su rostro transformado por cronos. Desde la tragedia última no conseguía recoger las piezas del valor suficiente para volver a verla; el alcohol fue el pegamento y el detonante.
Su madre la veía a los ojos con una candidez muy diferente a la de costumbre, se encontraba sentada cerca de un gabinete sobre un sofá de estampados florados. Su vestido negro era el que más le gustaba, por debajo de las rodillas, con un cuello hecho de encaje blanco, botones dorados y un cinturón a la cintura que le asomaban unos cauchitos preciosos (Ana siempre se los admiró). Poseía el mismo moño con el que su hija siempre la había visto. Y su sonrisa… era la inacabada experiencia del amor, era una sonrisa interminable, amplía y envidiable. Ana, como pudo se sentó a su lado y con lentitud fue acariciando el sofá hasta llegar a su mano. Sus uñas se sentían como el vidrio y su piel brillaba.
Su madre ahora miraba hacia la puerta, sus ojos apuntaban al vacío aparente de la oscuridad. Ana sonrió con la boca temblorosa, tomándole el rostro y dirigiéndolo al encuentro con su mirada. Cuando al fin las miradas chocaron ella se dio cuenta del hermoso color de ojos de su progenitora, eran avellana con las fronteras oscuras. Lloró y como pudo se limpió la nariz, no obstante, la humedad del acontecimiento permanecía insistentemente en el ambiente.
La hija abrazó a su madre como tanto deseó por el tiempo de distancia. La sintió fría, pero consoladora, quieta y turbia. Cándida se caracterizaba por ser una mujer de fuerte energía y de atenciones que alegaban su procurar al prójimo. Tantos abrazos dados, innumerables besos de buenas noches, palabras de soles primaverales; todo eso lo extrañaba aquella mujer ebria y desconsolada.
Aprovechó la posición de su madre y recostó su cabeza sobre sus piernas blandas como la goma espuma. Lloró cuanto pudo mojando aquel vestido negro, Carmen no decía nada, solo la seguía mirando con sus ojos amaderados mientras el frío comenzaba a manosear los cuerpos y la materia. Los vidrios yacían empañados, Ana aferrada a su madre temblaba y se arropaba con aquel momento.
-Ma.. mami, ¿mami?, ¿me cuentas tus cuentos de perros parlanchines y de magos guiadores del camino a los perdidos?- dijo Ana con su lengua enredada y su aliento destilando amor etílico. Carmen bajó su mirada, y llevó su mano hasta el cabello enredado de su “niña”.
-Quiero que sea como cuando era niña, que me los contabas casi susurrándome y al terminar pongas tu dedo en la punta de mi nariz- Esta vez la voz de Ana era infantil, adulta y calurosa. Su madre retiro el cabello sobre su oído y acarició su mejilla. El silencio era corrompido por las aceleradas palpitaciones y el respirar de aquella mujer acariciada por su progenitora. El ambiente, el alcohol y el cansancio terminaron internándola en un sueño profundo y ameno, como hace mucho no lo hacía.
Avivada por las palmadas de su esposo en las caderas. Ana despertó con rímel hasta en el cabello más con el adjunto de una intensa cefalea. Ella encandilada alcanzó apenas a reconocer el rostro de David. Mientras él la miraba con molestia y alivio a la vez. Ella lo abrazó con lograda emoción de alegría, las manos de David hicieron un nudo en su espalda.
David, conmovido pronuncia: “Por Dios, Ana me has dado un buen susto… ¡mírate! Vamos a casa. Me prometiste no volver a beber y me juraste que no faltarías a las reuniones de AA”. Mientras le bajaba el vestido.
-No he faltado cariño, mas pido perdón por romper la promesa… no se me hace fácil despegarme, se me complica a mil poder cumplir- menciona Ana con los ojos casi sollozos. –Ya sé que me dijiste que no prometiera, pero si no prometo no puedo comenzar a escalar en este barranco en el que he caído- mirándolo a los ojos. David le limpia los parpados y le da un beso en los labios, preguntando que si ya está lista para irse… Ana con tacones en mano, y las medias panty rotas le asiente con la cabeza mientras se hace un moño con una tira vieja.
Se sienta por un momento en el sofá para colocarse los zapatos y de nuevo ve a su madre sentada y sonriendo, ella mira a su esposo y vuelve a mirar a su madre sonriendo a pesar del dolor de cabeza. –He pasado la noche con ella, y le he dañado su vestido favorito – infirió la joven mirando la foto mareada en la parte baja del vestido. –Tráela con nosotros Ana, estoy seguro que ella quiere seguir mirándote – sonrió el hombre con sus manos en los bolsillos. Mientras Ana sorprendida y pensativa se le queda mirando.
David va hasta donde está ella, le ofrece su mano. –Lo dijiste mientras dormías- abriendo sus dedos. Ana toma su mano y lo que queda del portarretrato oxidado, levantándose. Le da otro beso en los labios y le dice que le contará con detalles, mientras sus cuerpos desaparecen al cerrar la puerta.
Autor: Carlos Arturo
3 comentarios:
Eres bueno, chiquillo, eres bueno! :-) Una lúcida reflexión sobre la distancia abisal entre generaciones, sobre los fantasmas que se acomodan en los bolsillos del alma, sobre la debilidad y la fuerza del espíritu humano.
Bien!!! Felicidades :-) Besitos
Me has hecho llorar, querido Carlos.
Tan bien narrada la historia. Tan humana.
Abrazos y besos, mi niño Carlos
* Ana Márquez, muchas gracias preciosa; gracias también por ayudarme discretamente en esta aventura tan seria de las letras :) . Te cuento que este post es curioso, es una mezcla de historia real con un toque evidente de fantasía. Besos para vos también y un abrazo grandote.
* Mariluz, eso me hace mecerme en las contradicciones amiga... pero me siento muy agradecido por cada paso tuyo. Gracias por siempre venir a nutrirme más para la próxima entrada. Besos y abrazos tibios y tiernos.
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