Adrian luego de un tiempo en coma despertó desorientado, la luz fluorescente le lastimaba los ojos y el cuerpo rígido demostraba dolor en las articulaciones. Se vio solo en la habitación de la clínica, vestido con una fina bata hecha de un material parecido al pellón, de color azul cobalto. Bastante atípico para un centro clínico pero bien por él, era su color favorito.
Intentó sentarse, mientras su cuerpo hacía ruidos al doblar las coyunturas de sus extremidades. Puso los píes en el piso frío y blanco para intentar inútilmente levantarse, aún con la pesadez de su prolongado sueño se encontraba sentado en la cama con las piernas abiertas, los puños apoyados en el colchón y la cabeza baja mirando su oscuro reflejo en un piso bien lustrado. A duras penas se dio cuenta de que tenía un suero intravenoso corriendo por sus venas, apenas recordaba que estaba vivo.
La puerta que estaba a su espalda se abrió de forma sigilosa, pero sentida. Él pensó que sería alguna enfermera o médico. No volteó, mas sus conductos auditivos estaban atentos a la voz. Los pasos rebotaban en forma de ecos por la habitación, el colchón se hundió, él lo sintió… una voz le susurró con una inmensa tranquilidad y amor: “Bienvenido a este mundo, amor mío”. Adrián sonrío porque ese susurro era el del hogar, el del amor, el de su historia y el de su esposa. Sus dolores pasaron a un segundo plano, mientras el corazón palpitaba aceleradamente, ella lo abrazó y besó su mejilla poblada de pelos nacientes, mordió su oreja como hace muchos años no lo hacía, como él tanto había deseado. El hombre puso su mano sobre la de ella que descansaba en su hombro y las percibió suavemente aterciopeladas.
-Rompes el silencio y apaciguas los dolores como hace años lo hacías- dijo él por fin mirándola a los ojos.
Ella sonriente, comentó: “Todo está encajado en las piezas, ya no habrán razones para la tristeza, ni los dolores”.
Al darle de alta, y montarse en el automóvil, comenzó a preguntarle sobre el accidente aéreo que había sufrido. - ¿Cuántos muertos hubieron? – infirió mientras se nutría de exteriores. Ella solo simuló un no con la cabeza sin dejar de mirar la vía de transito. Él se turbó y la palpitación acelerada esta vez fue de inquietud, de miedo.
-Nadie murió cariño. Todos se salvaron a pesar del desastre – pronunció ella en la parada de un semáforo.
Adrián solo guardó silencio, sintiéndose feliz y confundido. Su esposa le tocó cariñosamente la barbilla y luego pisó el acelerador continuando el camino. Todo se tornó aún más raro al llegar a casa, él dejó su abrigo en el piso de la sala y ella no se inmutó, escuchó ruidos en la polvorosa habitación de su hija y su esposa gritó mirando a la habitación para que la niña para que viniera a saludar a su padre.
Malena corrió hacia su padre exclamando y brincando. Él yacía con las manos frías y los ojos extremadamente húmedos. La niña lo abrazó y Adrián llorando le correspondió, esta vez el dolor había desaparecido. Ella olía a vainilla y su cabello castaño y rizado despegaba el aroma de las flores en primavera, ella era su mariposita, su hada, su niña eterna de ojos miel y voz dulce. Malena le contó todo lo que pudo en un minuto, y le dio el dibujo de unos pájaros azul cobalto, él inmerso en una felicidad melancólica no dejó de acariciarle el cabello y de tomarle las manitas. No obstante, al ir recordando algunos hechos anteriores iban bajando la temperatura de sus palmas y deditos.
La puerta sonó y su madre apareció, Adrián se asustó, sus pupilas se achicaron… supo que las cosas andaban terriblemente bien. El llanto siguió haciendo caminos en su cara, mientras él sonreía y deducía más o menos lo que sucedía. Abrazó a su canosa madre y le besó la frente, esta vez ella olía a agua de rosas, sus ojos eran oscuros y pardos, tan profundos como el día que Adrián dejó de verla. Cuando la noche cayó y el alboroto de la celebración se hizo una caótica tranquilidad, el hombre descansó sentado sobre el gabinete a la izquierda de la cocinilla. Su esposa tampoco refunfuñó; le dio un beso en los labios.
Llegada la hora de dormir, fue al baño a cepillarse. Al mirarse en el espejo se dio cuenta de que en su cabello no habitaban los siempre odiados cabellos plateados, sintió la sensación de estar en un sueño, sintió que estaba en un plano existencial ajeno al que recordaba. Supo que ya sus seres queridos no eran ellos, sin embargo lo eran. Entendió que ese cuerpo estaba compuesto por sustancias equivalentes a las que poseía, tal vez las que Gilgamesh buscó en sus míticas aventuras. Reflexionó que ese era su verdadero lugar, el lugar donde su madre y su hija no estaban en cofres bajo tierra, que la crisis matrimonial ahora era una perfecta armonía, y que la muerte acomodó las piezas perdidas de un rompecabezas de piezas inciertas. Un nuevo misterio se abrió, pero Adrián se sentía feliz de habitar la dimensión en la que transitaba. Sueño o no ¡qué importaba! No se podía ir a dormir con los dientes sucios.
Autor: Carlos Arturo
5 comentarios:
BRAVO BRAVO BRAVO
De principio a fin magistral, Carlos. Me encanttó. Tus escritos van adquiriendo una madurez profunda y exquisita. ¡¡Cómo disfruto tus relatos, mi joven amigo!!
dos abrazos y dos besos
-Rompes el silencio y apaciguas los dolores...
Con cada texto me sorprendes más, me encanta tu forma de hilar palabra tras palabra.
Es sencillamente, sublime.
Besos mil, querido amigo!!
Genial amigo mío, tus historias cautivan de principio a fin.
Un abrazo
Realmente magnífico :-) Y esa frase final de cine, chiquillo!
Por cierto, que los cabellos plateados molestan mucho al principio, pero yo me he acostumbrado a ver los míos (estoy totalmente en contra de los tintes para el pelo) y me veo hasta más guapa que antes :-P
Besos y a seguir escribiendo.
* Mariluz, muchas gracias amiga. Supongo que la práctica me ha mejorado de algún modo. Besos inmensos preciosa.
* Silvia, preciosa, gracias inmensas. Sublime y hermoso siempre es tu huella, al igual que la de todos. Besotes.
* Gaspar, gracias amigo. Estoy aprendiendo :) Abrazos para vos.
* Ana Márquez, muchas gracias hermosa. Seguro que sí te van mejor. A mami la desesperan, se los tapa y es feliz :D Besos y ten por seguro que por aquí seguiré.
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