jueves, 24 de febrero de 2011
La roca sobre el cielo raso
sábado, 19 de febrero de 2011
Salvación y condena

Te salvé de los bordes del olvido,
por mi propia seguridad,
a sabiendas de los menoscabos engendrados
rescatando los recuerdos,
esos que no me dejarían tropezar en la gorda raíz del problema.
Te salvé, pero también te lancé,
al abismo de otro significado existencial,
donde se embebe gradualmente anestesia eterna,
donde los olores ya son neutros,
justo donde mirar atrás ya no es costumbre,
ahí los fantasmas por rutina no asustan.
Te condené, porque ya no duele en toda la llaga,
la melancolía atrofiadamente moribunda se pone plana,
mueren las risas,
sucumben las lágrimas,
se palidecen las canciones dedicadas,
el “contracorriente” toma cause al revés,
Mientras que el amor no cabe en nuestras costillas.
Te salvé, te lancé y te condené obedeciendo a las voces,
los sacrificios llegaron a su otoño.
Claro, hablo de indolencia,
que me acaricia para llegar a tu recuerdo,
y me calla la boca por amnesia selectiva.
Porque decir que no me queda nada siempre es guardarme algo,
porque de todo esto solo quedan pájaros al otro lado de la ventana.
Autor: Carlos Arturo
miércoles, 9 de febrero de 2011
Entre vicios y otros aferrares

Son los ecos de los silencios que me acompañan desde que te fuiste; incesante en el ahínco de hacer comida para dos a sabiendas de que no retornarás. Sigo cosiendo las rasgaduras del corazón, pero cada nuevo día se descose de nuevo; él, no soporta la presión, yo, no soporto tu ausencia. Mi cefalea se sostiene de tus evocaciones tan malditas como esta sandez fundada en tu existencia. Y me siento a consumirme la vida entre los vicios que anestesian el desenfreno de ti, en una taza de café humeante se pierde por un momento tu loción y en el cigarro por un momento desinfecto mi boca del sabor de los besos que un día se me dieron y que actualmente son de alguien más. Estoy de fiesta aunque el rímel se me corra por el llanto, estoy de suerte porque me estoy envenenando en lentitud.
Esta vez no hay astro, esta vez no quiero sol, prefiero la fe de lo ilusorio de un retorno tuyo y no de mi impotencia. Es que no hay suspiro que no guarde ese exquisito sabor a ti, junto con el de este fumar que consume tiempos a lo más seguro que hay en este camino y que solo tu compañía prolongaría.
-Si retorna prometo cada día maquillarme, prometo cocinar mejor, prometo ser tan hermosa como antes él me lo decía- es la insistente frecuencia que se expande a lo largo de mi psiquis. Si retornas prometo apretarme más el corsé, complacerte aunque me duela la cabeza, prometo darte los hijos que las circunstancias nos arrancaron, juro ser la muñeca de tu anhelo para no arañar las paredes, para no germinar moho en el piso por las lágrimas.
Y aquí estoy matando a mis propios reyes en este juego de ajedrez, acosando tus rastros en las esquinas, arrugando cualquier contrato de resignación porque me rehúso a que desalojes tu lugar en el lado de adentro de mis parpados, censurando comentarios que van en contra de esta filosofía de vida mía que es un luto a la muerte de tu olor en la inmensa cama de promesas hundidas. Ya no importa el consuelo, ni si quiera la visita, ni de paso un buen gesto. Lo que concierne es ver tu figura desde la ventana, tu sonrisa de dientes amarillos, los testimonios de esos años acumulados en tu boca, tu palabra que me desvirgó la inocencia de la eternidad y mi convicción de serle fiel a las bestias que se destilan de ese amor, el tuyo de papel y el mío de caliza.
Te espero porque no tengo nada más que hacer luego de vestirme con mis mejores vestidos para ti, después de colar el café, encender un cigarro y mirar las fotos que habitan en esta casa, fotos que ya no dicen nada, fotos que no llenan los vacíos de voz, de tus manos, de tu cuerpo y tu carraspeo. Sabes que estás en deuda conmigo y que tu poco interés en mí no es manera saldar las cuentas, sabes que todo sigue intacto por la causalidad de mi terquedad, sabes que vivir por ti es un cáncer, también sé que los lazos no hicieron nudos, sé que esta huelga de hambre no te hará volver y entiendo que ese lado de la cama ya no es tuyo, pero bajo nuestros votos polvorientos invocamos al “para siempre” y le cedimos tierra bajo el mar para su anclaje, metimos a Dios de por medio y consumismos a destiempo las reservas de toda una vida. Lo siento, pero en este frasco de sombras, colillas y granos desechos de café me enseñaron a cumplir, no a protestar, me enseñaron a casarme y a vivir bajo la sombra de un marido que ya no me protege de la radiación, que ya borró el horizonte de ambos, dejándome en vergüenza y sin puntos cardinales para donde mirar.
Perdón si aún no sé lo que es amar o ni siquiera tener noción de cuando se desgasta el sentimiento, pero mi dedo todavía conserva el anillo, mi nombre tiene rastros del tuyo y mi closet sigue guardando tu ropa. Perdona que no la lave, excúsame si te sigo disculpando, es que todo este material para odiarte no lo sé usar, a duras penas me he resignado a que esperarte no me garantiza ni un recuerdo dedicado a mí.
Autor: Carlos Arturo