miércoles, 4 de agosto de 2010

Providencia, bordeadora del olvido.

Desde 1983 que nos trasladaron al nuevo centro médico, mi vida entristeció; verme alejado de aquella isla me mató el sentimiento de pertenencia. Sentía que mis raíces no cimentarían en ningún lado, sentía que la inutilidad visitaría mi cuerpo con el recorrer del sol y el pasar de la luna. Mi providencia quedó condenada al olvido desde el instante que nos tocó a todos cruzar el agua lacustre e internarnos en la ciudad.


Recuerdo que cuando llegué a la isla apenas era un niño, abandonado por mi madre y alimentado por la tristeza y el resentimiento de verla partir en aquel bongo que la desplazó al difuminamiento del olvido. Su cara húmeda aún la recuerdo con fuerza, grité tanto en el muelle… tanto, tanto que caí de rodillas sobre la madera húmeda, en cambio ella jamás volteó. Su pelo inquieto por el viento, el inmenso sobrero negro que llevaba, el vestido hermosamente bordado, su indiferencia tatuada por el rechazo es lo que aún me quema las venas, desde entonces, cada tarde me senté a orillas del lago alimentando la falsa esperanza de su regreso, mientras el ocaso me consolaba y me enseñaba a vivir sin esperar el abrazo de ella, la que me adoró tanto y de eso no quedó nada.


Tuve que volver a adaptarme a un mundo, a una nación de gente a la cual me habían enseñado a tenerles miedo, a rechazarlos, a no mirarlos por las ulceraciones que padecían. En ese instante fui yo quién recogió y atajó las miradas de un montón de esos seres, conforme fui creciendo me resigné a volver a ser un humano, renuncié a la espera de una mirada amable de los sanos, el mal de Hansen había condenado a la isla a ser la isla del terror, de los relegados, a ser una dimensión donde todos estábamos por igual, salvo a las enfermeras, el cura, los cocineros y otros individuos que estaban sanos y ejercían tareas de sanidad, barbería y cocina. Hasta que un nuevo llegado se daba cuenta la verdad, pero no podía volver a la polis marabina, debía consolarse con nuestra existencia y reconstruir su vida a base de adaptación. Éramos la mayoría, trabajamos hasta donde nos lo permitiera la lepra, algunos perdían la sensibilidad, a otros el dolor nos provocaban angustia. Los mutilados y los más afectados eran los que más sufrían condenados a la rutina del no hacer nada, a vivir sollozos por aspecto terrible que alcanzaban. Sin embargo, los de afuera no sabían las alegrías que habían allá adentro; siempre tuvimos reglas que respetar, como la de que en ninguna circunstancia salir de la isla, pero esa tranquilidad y la convivencia cotidiana sin las malas miras es algo que sigue llenándome de nostalgia, todavía me pregunto si los que aún siguen vivos recuerdan con tanto amor a Providencia….


Cuando llegamos al Hospital del Palito Blanco el olor a asepsia quemaba las vías respiratorias, aquello para mí no fue agua bendita, fue tan maldita como quienes decidieron sacarnos de nuestro propio hábitat, a destajarnos los recuerdos y desmembrarnos los órganos que estaban adheridos a la isla y a nosotros. Yo pude entender la alegría de unos, pero ¿quién pudo entender la desgracia que ocasionaba el hecho de que me sacaran de ahí? Hoy he dejado atrás la maldita y dolorosa enfermedad del mal de hansen, volvería a ella si eso significara el retorno a mi amada Providencia.


Nunca nos faltó nada, iglesias, cines, plazas, casas, consultorios y nuestra propia moneda. Hoy Providencia es solo ruinas, la perla del Lago de Maracaibo es un apocalíptico encuentro con el recuerdo, es una ofensiva blasfemia de lo que fue en mis tiempos de juventud, la conocida “isla de los leprosos” bordea el abismo del olvido, mientras sus muertos aún esperan flores, su iglesia deteriorada espera oraciones y las calles invadidas por la vegetación pide a gritos que las huellas la estigmaticen de nuevo. El ruido de las voces, fue cambiado por la melodía de las olas al ritmo del viento y del cantar de los pájaros. Mis raíces en la isla son más fuertes que el recuerdo de mi madre, pero los fantasmas en ella son quienes moran allí.



Actualmente:


Autor: Carlos Arturo

11 comentarios:

Armando dijo...

Caco, es muy grato volver a tenerte entre nosotros, aunque debo decir que este relato tuyo me ha dejado con el corazón en un puño.
Un gran abrazo querido amigo y bienvenido de nuevo.

Ivan Lukman dijo...

Gracias por volver a mi rincon y como dijieron arriba es muy grata tu vuelta, aunque sea con un relato desgarrador.

La tierra temblo y un pedazo cobro independencia, celulas y materia componiendo una ciudad la habitaron hasta que el bombardeo, la volvio lo primero fue. Cenizas.

Maya dijo...

Se me hace imposible leer algo de tu autoría, Caco, y no sentirlo con cada fibra de mi ser. Me ha vuelto a pasar con esta historia...
Que gran poder tenes de transmitir en tus relatos lo que te propongas...
te mando un gran abrazo!! y felicitaciones una vez más..

Luis Arturo Cerón dijo...

Como siempre es un agrado leerte, mas aun cuando la forma en que lo haces es tan real y desgarradora, al punto de imaginar cada lugar que describes sin siquiera conocerlos.

Un gran abrazo.

Gaspar

Anónimo dijo...

Volver a adaptarse a un mundo,
con los vestigios que pasado deja en la memoria y en la piel ...
Fortaleza más grande no he encontrado.

Un escrito buenísimo, Caco,
te leo con gran admiración...
Saludos.

Mariluz GH dijo...

¡¡Hola, mi niño quertido!! Desde tierras navarras y en un bar, con wifi, te he leído y con tu bella prosa he conocido un lugar antaño mágico (por sus habitantes) y ahora tétrico (por su abandono) aunque por la idiosincrasia del lugar pudiera decirse también al revés.
Agradezco tus cálidas palabras en mis entradas, amigo mío.

Te dejo un cálido abrazo

rara calma dijo...

Caco mi blog está abierto para tí. ¿Por dónde andabas? Te extrañé.

Un abrazototototee! te quiero!

SILVIA dijo...

Me tocaste la fibra Caco. Conmovedor relato amigo mío. Lujo leerte, siempre. Un abrazo!!!

Alma Mateos Taborda dijo...

Un relato tan bien llevado que cuesta reponerse del estremeciento que produce la trama. Fantástidco con un notable recurso de imágenes. Genial! ¡Felicitaciones! Un abrazo.

Alma Mateos Taborda dijo...

Doy una vuelta y a la espera del próximo post, dejo un abrazo.

Caco dijo...

* Armando, gracias por hacerme sentir entre amigos. He de contarte que aunque el relato es ficticio, guarda muchas verdades. La Isla de Providencia, existió y ahora está en el total abandono, ella fue refugio de los enfermos de Lepra. Agradecido por tu paso y tu afecto, te envío un abrazo.

* Frobidden, inmensas gracias, ese relato forma parte del sentir de muchas personas que arrancaron sus raíces y las trasplantaron en una realidad en la cual ellos se volvieron por agentes de los sucesos, "ajenos". Abrazos inmensos.

* Maya, querida, gracias por pasarte por acá. Me siente mucho que puedas encontrar cosas tan valiosas entre mis letras. Te dejo un gran besazo y muchos abrazos.

* Gaspar II, lo mismo digo compañero de las letras. Gracias por todo. Un abrazo para ti.

* Staywithme, la admiración es mutua, amiga. Es un relato que confabula de más con verdades. Está basado en historia real de Maracaibo. Besos y abrazos.

* Mariluz, Hace unos buenos días desde ese entonces, pero me emociona que aún estando en otras tareas pasases por acá a dejar tu huella. Amiga querida, no tengo más que mucho afecto a tus letras que son preciosas y sentidas. Providencia ha sido condenada por los fantasmas del olvido a hundirse con su legado y nadie hace nada. Besos cariñosos y muchos buenos deseos.

* Artemisa (Rara calma), estaba y aún estoy muy atareado con la universidad, hasta octubre no tengo vacaciones. Gracias por todo, y gracias por abrirme tu blog, me encanta leerte. Con mucho cariño te dejo un beso esperando por ti.

* Silvia, amiga querida, creo que el arrancar tus raíces y replantarlas no es tan fácil y más donde las espinas crecen y se incrustan. Gracias por tu paso y tu letras. Un gran abrazo esperando a que lo tomes.

Alma Mateos Taborda, querida poeta, es un lugar real, y cuento con mis limitados conocimientos un poco de las historias que ahí se vivieron. Gracias, por siempre rondar este espacio, me enorgullece mucho tus huellas, al igual que de todos los demás. He recibido tu abrazo y quiero regalarte uno también :-)

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Gracias Verónica por tomarme en cuenta :-) Feliz semana de la amistad a todos