viernes, 28 de agosto de 2009

"El día más triste de mi vida"


El día más triste de mi vida fue cuando me dejaste silencios en compensación a tu presencia. Aunque me rehusé a sufrir por orgullo, me tragué cada lágrima y me atoré en los vidrios rotos de tu adiós injustificado.

Aquella semana esperé atento el llamado… tu llamado… ese clamor que era mi vitamina, esa cuestión de saberte cerca de mí.

Pocos saben que cuando la soledad llega de sorpresa no hay tiempo de guardar reservas de amor.

Aquella noche se me hizo tan negra, húmeda y desconsolada con el insomnio de esperar tu llamado. Porque aquel día fue el más triste de mi vida.

De rodillas supliqué por tu retorno, por el adjunto de tu vivencia fusionada con la mía. Poco me importó que me hicieras sentir menos que a ti. Tú, esa adicción que no contemplaba valores de autoestima, que sólo esperaba infinitamente lo que no daba.

El día más triste de mi vida, había dejado estragos en los días siguientes, con las mañanas y tardes pensando y las noches en vela. Mis articulaciones oxidadas de esperar. Con la vida revuelta a tu conveniencia, con la convicción de que me causabas heridas, pero no quería soltar ese cinturón que marcaba tu nombre y tu recuerdo.

Lo peor no fue la caída, sino, poderme levantar y contemplar los recuerdos baratos de esos momentos que no valían lo suficiente para ti. Me sentí desolado y oscurecido.

Por orgullo, no te busqué, mas aún esperaba tu regreso. Moría por mi pedantería, pero vivía en tristezas vagas y palurdas.

El día más triste de mi vida, es hoy sólo un recuerdo. Poco importa si pensarás en mí, si consideras regresar y si mirarás atrás para rememorarme, esa emoción se la ha llevado el viento. Porque ese día ya no me ha vuelto a tocar.

Morí desangrado y empapado… pero nací volando con las alas zurcidas, pero, perfectas para seguir mi camino.

El día más triste de mi vida, también fue el más feliz por liberarme a fuerzas de tu estampa.

Autor: Carlos Arturo

martes, 18 de agosto de 2009

Sola en Casa.


Son pocos los vestigios que habían quedado de los pedazos rotos de Mariam, no sabría qué decir, ante su miedo de estar sin su madre en casa.

Tan lejos quedó, y tan presente en cuerpo con la mirada fracturada. Con miedo de quedar sola en su morada. En sus labios las mentiras brotaban. Era tan feliz cuando estaba afuera, pero tan desdichada a su llegada al hogar.


“Abre tus ojos” gritaba su cabeza, pero su lengua se hacía nudos de duro deshacer. Fueron los días de soledad lo más duros. Sólo Mariam, su padre y la casa, sólo su miedo, su llanto y su cercana locura.


Se quería ir de casa, pero siempre estaba vigilada. Mariam estaba inherte. Se asemejaba a una muñeca de porcelana con un único gesto, sin diversidades, sin vida, se resumía a una muñeca rota.


Aquella casa era la verdadera partera de su dolor, la que escondía la paranoia de Mariam. El silencio de amenazas donde las paredes eran testigos muertos de su acontecimiento. Los asientos acolchonados, las camas y el mismo suelo la atajaron para no caer al vacio, le absorbieron las lágrimas para que nadie le viera llorar, para que lo que le pasaba nunca atravesara el silencio de su miedo.


Intentos de suicidio fallidos, cerraduras que nunca detenían los sucesos, incertidumbres de su madre y pocas palabras de su padre habían escudriñado la inocencia profanada de Mariam. Con 12 años ya su cabeza no pensaba en jugar muñecas, ya su sonrisa era recuerdo de fotografías pasadas.


Una y otra vez se repitieron los problemas que hicieron escapar a esa niña rota, no había donde ir, pero era mejor que saber donde estaba. Logrando llegar lejos fue encontrada, y llevada de vuelta a su madre.


Mariam atorada por el llanto, enredada por la vergüenza, y hastiada de su vivencia miro a su madre ,– es él – le dijo en un susurro muy sentido. La madre no la entendió y la tomó violentamente del brazo, pero ella no quería volver. Aquella noche había mutado todo el sentir de esa niña; una fuerza desde su estómago fue subiendo haciendo del dolor un grito que liberó todo aquello guardaba – ¡es él… abusó de mí!- a todo pulmón. “Me toca, me penetra, me lastima…” la madre absorta ante la confesión le pregunta: “¿Quién?”. Mariam baja la cabeza y se deja arrodillar en el piso, fue un largo silencio. Incorporándose de rabia, apretando la arena entre sus dedos, subiendo el rostro con el pelo como cortina le dice: “papá”. Echándose a llorar de nuevo.


Autor: Carlos Arturo

lunes, 10 de agosto de 2009

Se esa palabra en mi boca


Toma mi mano que tengo miedo, pero suéltala que no quiero depender de ti.

Dame un abrazo a ciegas, y prende la luz para poder verte.

Toma mi corazón latente pero devuélvelo... porque no quiero quedarme sin el.

Besa mis labios y límpialos para no hacerme adicto a tus besos.

Te adhiero a mi historia pero deja partes que yo solo pueda escribir.

Te muestro mi sonrisa, pero no me la arrebates por favor.

Víveme en las bajas pasiones pero con responsabilidad y sin excusas.

Enrédate en mis hilos que no te asfixiaré.

Dame un boleto para infringir tu mundo, y conocer un poco más de ti.

Volteemos el pasado y usemos su lado positivo.

Enciérrame en tu cárcel… pero déjame ir cuando llegue la hora.

Tu felicidad es mi vicio, mi vida es el deseo que siempre guardé.

Con dificultad confío, con facilidad me refugias en tus brazos abiertos.

No intentemos cambiarnos, busquemos adaptarnos.

No pruebes de mi soledad, saborea mi compañía.

No provoques que te necesite… sólo te puedo extrañar.

Sin cadenas, sin grilletes; sólo las manos entrelazadas para avanzar en el camino.

Sin violencias, ni maltratos, comprensión y oratoria.

Mi cuerpo y corazón no tienen escudos, no te puedes volver mi refugio. Tan sólo se el "Te Amo" en mi boca.

Autor: Carlos Arturo

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Gracias Verónica por tomarme en cuenta :-) Feliz semana de la amistad a todos