miércoles, 4 de julio de 2018

¿Qué significa tener cáncer en Venezuela?

   

  La coyuntura en la que vivimos, que es consabida como adversa y humanitariamente crítica visibiliza cada vez más el atraso notable en la medicina local, dejándonos desarmados y susceptibles. Además, la escasez de medicamentos, los altos costos y la imposibilidad de la tranquilidad pareciera que nos llevara inevitablemente a pensar en la superación del padecimiento más como un milagro que como un logro terrenal. 

        Aquí, se contradice lo expuesto por Sotang en La Enfermedad y sus metáforas (1978) en que alude que el cáncer es una mera enfermedad que hasta tanto no se extirpe del imaginario social su concepción de "un animal de rapiña, perverso e invencible, la mayoría de enfermos de cáncer, efectivamente, se desmoralizarán al enterarse de qué padecen", ¿pero en este país menguado, desabastecido y desmembrado hay forma de no sentirse desmoralizado?, ¿Hay forma racional de no sentirse arrastrado inevitablemente por la muerte?

       La Sociedad Anticancerosa de Venezuela acusa que en el 2017 se registraron 26510 muertes por cáncer. Cada hora están muriendo tres pacientes, según cifras oficiales que no revelan todavía la estadística del 2018. En el caso particular, en menos de dos meses supe de cuatro casos. Cuatro personas que no lo lograron vencer. Es decir, en ocho semanas y poco más de 60 días tres mujeres y un hombre a quienes conocí estaban siendo velados; la prognosis, al parecer, se volvió la incapacidad de prevalecer ante el cáncer. Casos que cuento a brevedad:
- El primero se trató de la mamá de un compañero de trabajo. El tratamiento era traído de afuera. La señora había caído en un cuadro anémico difícil de superar. Luego de años de lucha contra el cáncer, no pudo más.
- El segundo, un árabe que conocí desde niño, dueño de una zapatería en el pueblo. Desde que supe que había sido diagnosticado no lo volví a ver, hasta quizá dos días antes de morir; cuando hablamos un rato me sorprendí de “su recuperación”. Sonreía, trabajaba, me habló un poco de su familia. Me alegré por verlo. La noticia de su muerte llegó hasta el lugar donde trabajo, todo atisbo de alegría se desvaneció ese día.
- El tercero se trató de una vecina, a la que una recidiva la hizo recluirse en su habitación, negarse a cualquier tratamiento, a permanecer como un gato herido hasta sus últimas horas.
- El cuarto se trató de una niña, la hija de una amiga con la que llevo mucho tiempo sin hablar, la historia es devastadora. Todavía no tengo cara y palabras para mostrarle mi aprecio por ella y el dolor que comparto ante su pérdida.
    Sé que de ese erizo apenas he conocido cuatro espinas. La alarma desde hace tiempo está encendida. El país engrosa el resultado estadístico de diagnosticados con cáncer, el aumento de la mortalidad y los malabares cotidianos de quienes tratan de impedir que su consanguíneo o amigo no sea otro desahuciado, mientras tanto, todo se resquebraja, se hunde y se hace inalcanzable. 

     El cáncer en este país es una amenaza indiscutible, no hablo de un animal de rapiña y tampoco de una perversidad, menos hablo de que aquí la enfermedad sea más que en el resto del mundo, hablo –sin miramientos- de que en las condiciones que estamos la esperanza de cura es mucho más angustiosa, la inclinación cuesta arriba de la posibilidad es mucho más elevada, y sabiendo que los estragos del cáncer son colaterales no hay forma digna de poder cargar con ese peso sin sentirse como Sísifo o como el gesto más doloroso de un Atlas debilitado. 

     Pienso que ahora mismo si hay un cáncer, uno metafórico, perverso, no rapaz, pero sí letal; es un cáncer ideológico, que a todos nos chispea de las maneras más repulsivas. Los que seguimos aquí, habitamos bajo su sombra y la podredumbre, persistiendo, sobreviviendo y guerreando. Estamos lejos de otra de las consideraciones de Susan Sotang en la que predice la caída del uso de esta enfermedad como metáfora. Ella, para entonces estuvo mirando al futuro, supongo, en el momento que el cáncer carecerá de una preocupación mayor, como pasó con la lepra, la tuberculosis u otras enfermedades del pasado (que por cierto, ahora están reapareciendo). De repente se refiera a que nuestros problemas sociales son cada vez más complejos que el propio cáncer. Pero mientras tanto aquí nosotros aunque caminamos hacia adelante vamos en retroceso, sumamos años, pero nos quedamos atrás, con todo lo peor. Sí, pensando paranoicamente, de nuevo, que el cáncer podría ser para muchos sinónimo de muerte.

1 comentario:

Gaia dijo...

Es tremenda esta enfermedad, aquí también es como una epidemia, provocada por qué? por la alimentación? los malos hábitos? la contaminación? la consecuencia es centenares, miles de familias rotas y desquebrajadas por esta enfermedad. Y cada vez afecta a personas más y más jóvenes, incluso niños. Conozco por desgracia también muchos casos cercanos, algunos de ellos ya no se encuentran en esta vida, de todas las edades... es triste, muy triste, pero más triste aún es que el mundo tengo terapias y medicamentos y que a éstos no pueda acceder todo el mundo.
¿Sabes? me parece tan irónico, por llamarlo de alguna manera, que dónde tenemos medicación ahora esté de moda rechazarla (movimientos antivacunas, etc) y los que no pueden acceder a ella se estén muriendo por no poder obtener tratamiento o prevención. Este mundo está muy mal querido amigo... y el peor cancer de este mundo somos nosotros, los humanos.
Un fuerte abrazo querido amigo!

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Gracias Verónica por tomarme en cuenta :-) Feliz semana de la amistad a todos