jueves, 24 de noviembre de 2011

Corazón de piedra

    Esta publicación fue escrita en el 2003, cuando la existencia se me hacía aún más complicada entre hormonas desatadas, intensidades y el constante redescubrimiento del yo y de los demás. Cuando por inocencia culpaba al corazón de todos los actos. Para celebrar mi entrada número 100, se las dejo:


    Se habían cumplido tres días desde que se fue en su animal mecánico en busca de ilusiones y sueños inalcanzables. Se fue y me convenció con baratijas psicológicas que su voz solo susurraban en mi oído; guardó en sus bolsillos falsas sonrisas preparadas con ingredientes místicos para cualquier ocasión, llevaba en las maletas historias sorprendentes y conmovedoras; la hipocresía es un tumor que expulsa infección por sus poros y esa esencia apesta, solo es un retrato mal montado.

    Un teatro, eres... seres fraudulentos en un mundo donde eres tú lo mejor; la vida a ti no se te acaba ahí donde la muerte es un laberinto pasional. Sueños que generan alimento a tu ego.

    Sus ojos estaban llenos de avaricia, ese aliento de ambiciones, sus oídos solo escuchan lo que el dinero canta. En sus ojos solo ven el grito de mil almas con las que se identifica. Su boca, habla cosas que le interesan. Un cuerpo a molde del egoísmo, entre pecados como zapatos llenos de barro. 

     El mundo para ti es lo que nunca podrás comprar y eso hace que hiervan tus neuronas. En tus delirios no hay llantos que no sean fingidos, y yo, aquí ahogándome en un mar de lágrimas saladas por vos, por ese corazón de piedra. 

Autor: Carlos Arturo

lunes, 21 de noviembre de 2011

Insomnio


El silencio reina en su concierto,
a un sentido de la vista que pierde perspectivas
en una intensa sombra relamida de madrugada.
Oscuridad plena que prende las memorias,
entre cuatro esquinas que se vuelven planas
¿Sueño, dónde has ido que me privas de tus maravillas?

En esta noche hay un apareamiento masivo,
una orgia de fantasías, ideales y realidades,
tanta sandez junta gritando a placeres variopintos.
Multitud de recuerdos desacomodando sábanas.
Morfeo, no me dejéis solo, vacío de vos…
Ya no quiero engordar siendo amamantado por Nix.

La soberana Selene se erige en lo alto,
con su plebe lejana de estrellas ardiendo;
un techo que se pierde en la noche,
me roba el anhelo de la creación.
Y el frío es injusto con la soledad,
somnolencia caquéxica vencida por el pestañeo.

Estas horas cercanas al amanecer,
con un puñado de inquietudes detrás de los ojos.
Redefiniendo ciclos absurdamente.
Irreverente reloj que habita en mí,
haciendo de lo infinito un imposible
el descanso es mi sueño ahora, pausar la realidad.

Él, tan él; tan yo…
Me persigue clausurando puertas al delirio,
Me ama, lo amo…
Desde el cerebro hasta las fosas nasales.
Lo odio, me sigue amando
el insomnio me ama.

Tan egoísta, tan inconsciente.
Lo entiendo, lo condeno.
Tan lejano a ser una máquina orgánica,
confinado a ser un concepto,
lo redefino otorgándole humanidad,
él me viola el derecho a ser un dios en trance
en los confines de mi psiquis.

Autor: Carlos Arturo 

domingo, 6 de noviembre de 2011

El confidente


Se sentó a un lado de mi alrededor, yo miraba el techo mundial reaccionario a la luz que mostraba a un viejo dios ocultarse entre naranjas cada vez más intensos. Puso sobre mí su capa de gaza translúcida, negra y escarchada, amplia como sus suspiros,  cándida para avivar mundos alternativos de imposibles desechos e inestabilidades seguras. Los dos mirábamos sin rumbo, con el viento interrumpiendo silencios que podrían ser incómodos, no compartíamos miradas, nos las conocíamos de sobra, aún con los párpados sellados por la fuerza del letargo se dibujaban en el imaginario sin olvidar un solo detalle. Yo, le conocía desde  su desnudez hasta los vestidos turbios y melancólicos, sus escotes luminosos de piel casi plateada.

Ella, siempre tan disciplinada en su irreverencia, rebelde de una brisa que cuenta sus mil y una mitologías, leyendas e historias protagonizadas por su existencia. Toda una culta señora, que en un tiempo largo ha brindado de su seno la leche a criaturas adoptadas, seres paridos todos de la imaginación de dioses mugrosos, mentiras que a juro le propiciaron una máscara de horrores. Al otro lado de esa barrera de preconceptos se detalla su belleza, atrevida y universal, llena de acertijos sencillos en su estructura, pero profundos en su formación ideológica.

Es un placer tomarla de su fría cintura, acariciando sus formas, aprovechando su exclusividad por llegar siempre del otro lado del mundo, para dejarla que haga el resto, con una sincronía perfecta que se plaga de costumbres, calándose aún las desfiguraciones que las generaciones vienen edificando. Apenas sonríe, haciendo de su escote un círculo inmenso tornado de dorados sutiles, y cuando entristece no más que un vestido plomo forjado de lino rústico apabulla el horizonte que a juro le toca decorar en su permanencia por estos espacios.   

Me contó de su corazón, una masa con forma de pera, que gira y avisa cuando debe comenzar a buscar su nueva estadía, también, sin el privilegio contradictorio de poderlo dedicar a amores, porque ella es de aquí un momento en el que desaparecemos del mundo, y es de allá cuando despertamos queriendo amarla con todo y sus prejuicios impuestos; confesiones de casi 12 horas, contrastadas con sus ojos completamente negros, maquillados con la esencia de las sombras y las luces.

Ella cuenta de sus prostituciones en viejas esquinas, entre vergonzosas y cuasi dignas sin siquiera fruncir el ceño; de los faroles que se funden cuando insectos golpean los cristales  con cierta comedia que se vuelve un delirio de paradigmas inentendibles;  de las muertes y los gritos ahogados de las que ha sido testigo, de la Catrina mexicana y su afán de negar sus genes con un sombrero con plumas de avestruz, de sus aventuras coquetas y mortales con los de la otra especie. De la embriaguez de la cual se humedece su vestido casi transparente, de los besos a escondidas, sobre desafíos a la naturaleza, sobre eso oculto a lo que tanto tememos.

Sopla nanas que de a poco van hipnotizando a sus encargados, con frecuencias que suelen ser confundidas con el miedo. Ella, pecado puro inventado, que decora el Hades cada vez que se muestra a los ojos humanos. El misterio de su piel equivale a un concepto de los “yo” en el mundo. Sentado ahora frente a ella, con la vista insuficiente para abordar su faz, he sido su confidente con ingredientes de silencios y reflexiones, su palidez que se va a aclarando conforme se acerca su partida al cantar las aves su despedida, para recorrer culturas, sistemas, realidades y fantasías, con un vestido inmensamente largo, que paulatinamente desiste en permitir colar la alborada, dejándome un insomnio descarado que zumba en mi mente su pronto regreso.

Autor: Carlos Arturo

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Gracias Verónica por tomarme en cuenta :-) Feliz semana de la amistad a todos