martes, 29 de agosto de 2017




Llueves hacia arriba,
en los espacios paradójicos, 
detrás de los ojos. 
Te reescribo 
con letra bárbara y pagana, 
con doble tilde, corazón. 


Carlos Arturo

sábado, 24 de junio de 2017

Ese pájaro que sólo es libre


Lleva días la ventana abierta,
los relojes dan fe, no vuelve el pájaro.
Me he embriagado sobando su idea,
no está, eso se mantiene sobrio.
Duele el cielo que ahora se trata de su vuelo.
Sentado en esta cárcel, espero,
indigno, intoxicado, corroído y delirante.

La impaciencia endemonia, tengo espuma en la boca.
Este abismo embrutece, me hunde, me ata.
Discernir entre quimera y realidad es el reto.
La fiebre no cesa, deliro con esta incerteza.
Te quiero aquí, en mis manos pájaro, un instante.
Será mi secreto, la jaula abierta y su partida,
mi silencio será de labios zurcidos.

Pasan días entre taquicardias; ansioso,
 lanzando señuelos, mordidos por lo breve. 
Yo, trampa y bomba, resignado a esperar.
Mis manos la jaula y mis ganas el cautiverio.
Pienso todo esto mientras tanto su ausencia,
mirando a la ventana incontinente de nostalgias.
Lamo el desespero, sin alcanzar la mente y el corazón.

La trampa quizá no sea yo,
el plumaje envejecido y el vuelo de los años.
Todas las vidas vividas con su escala de grises.
Las horas del día para mostrar su belleza.
Tal vez sea la araña y yo la mosca. Enmaraña.
Sé tan poco del pájaro, las hipótesis son infinitas.
Me desconozco buscando las respuestas en él,
es inhóspito este paralelismo.

En mi cráneo revolotea su intangibilidad,
trina su existencia, pero no está.
Un mito del pájaro ha nacido en mis adentros,
concediéndole dominio  (hasta que la duda me ampare)
No espero nada  - lo que ofrezca – contradicciones.
La realidad onírica que yergue, íncubo que me sodomiza.
Esta es mi oración, a su beldad encarnación,
son ecos del vacío que he estado masticando,
rehusándome a vomitar o escupir.

Sobran razones para querer confinarlo en mí,
mas hay candor y sensibilidad para no privarle.
Estoy resignado a dejar sea, que vuele a otras jaulas.
Me habita de forma desoladora, como la muerte.
Consuela a regañadientes su libertad, hasta que retorne,
el desamparo de sus alas al viento.
He sido así en algún punto, he dejado jaulas también.
Aún no he llorado, pájaro, cualquier día llueve. Es primavera.

Su historia en este espacio es caleidoscópica,
quizá el Atacama me entiende cuando llueve.
La maravilla que representa, la ventana lo sabe.
Mis manos infames anhelan, como quien arranca la flor.
Te quiero, no sé cómo, igual no entiendes, pájaro,
el día y la noche se juntan un instante. Nos pasó.
Dos cosmos distintos apenas se rozan.
                                     
Entró un día, un momento; ya conocía mis rincones.
En silencio miré, como ya me había visto.
Al pájaro mi dedo le bastó para madurar los frutos;                  
me contemplé suyo, entró y hurgó, tan fresco.
Algo anunció la primavera, su atrevimiento.
Salió, y desde la ventana me miró, amé su lejanía,
Qué dulce fue haberme habitado, pájaro.

No sé cuánto más soporte sin pestañar, por si pasa.
He leído sobre aves del arte y encontrado,
en sus ojos que no miran como los míos.
La incertidumbre es su vínculo, me enferma.
Es mejor asesinar al mito, que muera esta querencia,
igual no entiende como tampoco el Sapiens. 
Le he dado excesiva importancia a ese pájaro que sólo es libre,

los estragos me tienen pendiendo de un hilo. Caeré. 

Carlos Arturo

lunes, 8 de mayo de 2017

Los ojos cerrados

     Hoy llegué tarde en casa para la hora del almuerzo. El trabajo exige, en ocasiones, posponer las horas acostumbradas para comer en la mesa junto a la familia, tocó.


       Llegué a las 2:12 p.m., mi cuñada me trajo, ella se quedó en el ordenador haciendo unas transferencias mientras yo comía con una hambruna exacerbada, como Eresictón albergando en las entrañas al calamitoso Limos. Mordí, mastiqué y tragué con desespero (Les hablaría de mi relación con el hambre, pero es otro cuento, que en resumen, luego de mi madre es la relación más larga e inevitable que he tenido). Me dio nauseas, quizá fue la auyama... tal vez, la animalidad de comer con tanto apuro.

       El caso, es que, me fui un rato a descansar, a acostarme; miré Twitter y leí la conmovedora historia de un hijo viviendo la ausencia definitiva de su madre, quien hace dos años el cáncer la dejaba sin vida. Comenté la publicación, puse a cargar el móvil y me enguruñé* en posición fetal, a lo ancho de la cama, con la mano derecha abrazando la espalda y la izquierda sosteniéndome la boca. Intenté dormir, cerré los ojos, pero dormir es algo que a mis 29 años no logro domesticar, así que sólo me quedé así, consciente, atento a cualquier ruido. En cuestión de minutos sonó la puerta, seguido por los pasos familiares de mi madre, sentí que colocó algo encima de mí para cobijarme del frío, como tenia puesto el uniforme (camisa manga larga, pantalón y zapatos) solo sentí la tibieza de la tela sobre el cuerpo. Sonreí por dentro, volví a ser niño otra vez, protegido por mi ascendencia.


      Un cuarto para las 3:00 p.m., la alarma sonó. Nunca dormí a profundidad, pero tampoco puedo decir que estuve despierto. Abrí un poco los ojos, la vista abrumada por el espesor de las pestañas y en adaptación de la luz dieron fe de que descansé lo suficiente. Cuando quise tocar la colcha, me di cuenta que no era tal cosa, sino, una toalla, la misma que había dejado mal puesta en la mañana, y que mami me dijo antes de irme al trabajo: "Si no recoges tu desastre te lo echo encima".


      Esta vez no fue el amor quien dio cobijo, sino el desastre. Eso sí, el instinto maternal lo hubo, y aunque fuera un castigo, se sintió bonito.

sábado, 1 de abril de 2017

Los demonios sueltos

Perdido en ti,
petrificado como quien mira a la Gorgona,
tenso y pérfido insisto en esos ojos.
En cada espacio de mí, adentro, surges.
Escenarios rojos, preñado de ellos,
los lugares inimaginables de ti.
Saliva excesiva y manos sudadas.
La algarabía del cuerpo,
la ciudad afuera y tú dentro,
muy dentro, en mi sótano.

¿Están ahí todas las cosas? (Tú)
me faltan; te sobran...
La aspereza de tu piel,
poros abiertos y vellos de puntas.
el infierno flameando, 
baila en mi lengua tu nombre, empujando.
Olvido de Dios; tú de frente.
Estoy ajeno al mundo. 

Una copa,
dos distancias contundentes,
tres botellas de lo que sea.
La embriaguez está de turno,
saeta zigzagueante, yo.
Los pies como trípodes mancos,
el murmullo rebotando en el cráneo.
No te vas, no te vayas, tengo hambre.

Sabes el códice de mi súplica,
sospecho, me conoces.
Silente rapaz, di mi nombre.
El tuyo me desgarra la garganta, arde.
Entre los dedos el cigarro,
los labios enrojecidos. 
La espera y sus grilletes.

Trago saliva, 
el susurro se vuelve silbido,
llevo horas montado en el carrusel. 
Tú multiplicándote, sois plural.
No sé donde estás infierno,
tengo demonios afligidos.

Abrásame,
la carne cruda ya está sobada,
que suene el estruendo de la quemazón,
tu lengua rodando en los labios, humean vapor,
y los pies ya son varas ardidas; inquietos.
Muérdeme, hoy no soy humano.

Esta noche no soy yo,
Ícaro en picada.
El mar, la caída y la piedra.
Las alas despedazadas y tus pies el colchón.
Rota la sobriedad; intacta la copa. 
La borrosidad del todo.

Irreconocible,
el tacto de las mano no me pertenece, 
mi cuerpo ligero e impreciso. 
Muerdo y lamo; hiero y sano.
El lado salvaje que transpira azufre y miel.
A Pandora solo le queda la caja, 
los demonios sueltos están.

Carlos Arturo

martes, 7 de marzo de 2017

El deber de las flores

El deber de las flores es la interrogante.
Despensa de abejas y oasis de mariposas,
las manos que arrancan de sus raíces.
El perfume, las usanzas, más otros demonios.
Hay masacres que la cultura no percibe, banalidad
Un jarrón con flores es un velorio de adorno,
deshojarlas con dudas místicas del sí o no.
Aunque carecen de sistema nervioso, duele.
La belleza no escapa de la crueldad y la indolencia.

Carlos Arturo

miércoles, 1 de marzo de 2017

...

Promete e incumple,
espero a sabiendas.
Lo sabe y sonríe,
la feria de decepciones acampa,
 me vuelvo parte de la atracción.
Con las prioridades y el hedonismo no se compite.
No tengo ganas de hacerlo; no quiero.
La hiperqueratosis crece.

Carlos Arturo

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Gracias Verónica por tomarme en cuenta :-) Feliz semana de la amistad a todos