lunes, 19 de marzo de 2012

Vos; ...Yo.


Tu permanencia es un cadáver a flote,
rehusado a podrirse a través de las marchas temporales.
Hay secretos mal heridos,
con chispas camufladas en tanta luz,
una disyuntiva de anhelos y desprecios
en la estación que irrespeta la estabilidad.

Fui, 
aprendiz de guardar esperanzas como chatarra,
con disponibilidad de pecar
A ritmos de peticiones.
Principiante eterno de las manos frías,
sazonadas con la mirada en los años de secundaria
desabrida por el hoy curvo de un sinsentido dialéctico. 

Yo,
Asimilé desconocer tus marchas sin sentirme mal,
a masticar con dolor de muelas,
esa existencia de chicle
que aún vieja cuesta escupir.
Redundando en escribir lo que sobra…
Lo que falta.

Vos,
Que simuláis una ruta en lo perdido,
derrochando tu facilidad de abandonar importancias,
explorando tu capacidad de arrastrar sin mirar atrás.
Cortando los retoños con un haz de gestos intraducibles.
Caminando en altibajos con manos sudadas de compañías sosas.

Nunca entendí el olvido en la práctica,
por ir siempre a pasos dispares
alcanzando la meta de la indolencia,
y apenas voy brincando algunas llantas.
Echándome tiempo en las llagas pa’ que no duelan.
Lamiéndolas de vez en mes pa’ que no se inflamen más.

Perder el tiempo,
paradoja que sabe a juego
incluida en mi currículo para castings.
Sonriendo a reflexiones personales con dientes cariados
¿o es lo que dicta la experiencia con razón a tajos?

Vos,
con velocidad admirable en tus procesos
fumando buenos puros de mutismos y reservas
apretando el cinturón maltratándote constantemente.
Yo, veo en esas fracturas claves mal codificadas
a pesar de tu sonrisa fresca, a pesar de tus cariños ajenos.
Saboreo melancolías húmedas en tus córneas
que me siguen trastocando en los imperios de Nix.

Ocasionalmente se dibujan frustraciones parecidas a las tuyas,
de repente es un delirio de presupuesto considerable.
Revoltijos que terminan en tus dedos
o quizás en las representaciones.

Vos, en tu maratón extrema
que siempre me deja desconociéndote
Yo, que me pierdo en nuevos horizontes,
aunque más de una vez he soplado un café frío.
No dejo de mirar esa ventana,
con un mundo que va más allá del tuyo.
Si el vidrio te refleja súbitamente,
la abro, para no respirar tanta contaminación.

Autor: Carlos Arturo

domingo, 11 de marzo de 2012

Lluvia en Villa del Rosario.



     El horizonte del pueblo comenzó a nublarse, de pronto una vista gris de sombra amplia se acomodó en una porción de la Tierra de gracia. Los perfumes de la sierra de Perijá se expanden con el viento medianamente húmedo, noticiero al olfato y tacto del aguacero que se avecina. En la Villa del Rosario, la lluvia se asocia profundamente a imaginarios melancólicos o temerosos al son de una fotografía vivencial significada por la realidad de los delirios sobre la tangencia y la sustancia en lo desterrado de lo real del pensamiento.

     Un cielo taciturno para una sociedad obstinada, en constante guerra con la postmodernidad y demás periodos degradados aferrados a los cráneos de los villanos de Perijá.  Diacrónicos que rinden culto a la vida con la tristeza que les despierta el caer de las gotas.

     De pronto, hay un ritmo de natura pura sobre las superficies. Música de viva estampa que densa el clima y refresca las insoladas carreteras del pueblo a las cercanas faldas de la inexplorada dama perijanera. Un monte Olimpo despoblado de dioses, montaña desfigurada que alberga formas de vidas alternativas sobre esa piel de Adán a medio hacer, paraíso del Edén que aún violento sigue siendo profanado y herido en la búsqueda de las riquezas brutas para ignorantes. Décadas pasadas, se le podía ver en su imponencia inmovible desde la Villa, hoy es un trabajo duro que termina con tortícolis y cansancio.

    Llueve en Perijá, tierra que cuenta con menos de tres centurias. El agua que derraman las nubes humedecen las viejas casas de barro e intensifican los colores modernos de viviendas coloniales que nadie asocia a sus orígenes. Las vacas en la plaza Bolívar ni se inmutan al reventar las gotas sobre sus cueros, los canes de la calle con la piel salmón y rojiza de la sarna corren despavoridos a no empeorar su condición insalubre. La gente se queda callada sin más que pensar en Cronos crucificado a sus relojes, consumiendo oxígeno con un cigarro o café de aderezo. Hay quienes adoran a Juyá (Dios wayuu de la lluvia) caminando, corriendo o bailando bajo el espectáculo.

    En la plaza de las madres, mamá Pancha protege a un crío de los factores climáticos desde su pedestal. Desnuda, calva y  sin ojos, con la piel dorada, mirando lo desértica de su fuente, matizada con un moribundo limo. No muy lejos, la virgen del Rosario con la piel cuarteada da la bienvenida a los indiferentes pasajeros del tiempo y el espacio, reflejando en la lluvia alegría por la cercana oxidación que le espera. Aguacero refresca la desidia y consume los vapores porque el incendio nunca ha sido extinto.  

Sin embargo, llueve y no huele más que a nostalgia, reacción instantánea de los imaginarios ancestrales. A lo alto un sol perdido en el panorama buscando colarse entre las densas, nebulosas y opacas nubes. Abajo, todo se vuelve más pesado mas despejado con representaciones imaginarias lánguidas de la viveza de colores.

    Hay musas húmedas que apoyan sus muslos sobre los hombros de algunos mortales, peinando pensamientos con rulos de influencia helena. Rondan espectros ambiguos charlando cerca de los oídos desviando la mirada al abismo de la introspección. Cúpidos  con olor a tierra mojada jugando tiro al blanco en la soledad, también hay quimeras que piden pausa a los ojos abiertos.

     Mientras llueve a cántaros la paz se asoma y estira sus articulaciones. Casi todos se sientan a dejar pasar el concierto de la vida. Una analogía natural de la esperanza cíclica, relajante, temeraria, alocada, irreverente a las percepciones de un colectivo social en el espacio, pero siempre poderosa y fría. Llueve, porque todas las presencias teístas insisten en apagar el incendio, no ese de hace 138 años propiciado por caudillos de la época, sino por el del principio del planeta, por esa necesidad materna de crear barro para nuevos modelos de humanos, por calmar la sed de los pulmones del mundo y por refrescar pensamientos encadenados y con insolación inclemente, culpa de sus opresores.  

Comparto una selección de fotografías de la Villa del Rosario:



 "Iglesia principal de la localidad"

 "Monumento a mamá Pancha"


"Monumento a la Virgen del Rosario"

"Vista muy parcial de la Sierra de Perijá"

Imágenes obtenidas de:

Autor: Carlos Arturo

lunes, 5 de marzo de 2012

Perspectiva humana



La razón, piel de la condición humana.
Suburbios de imaginarios apilados en el espacio-tiempo
entre teorías que se relacionan violentamente.
Desgarrando lo real en una realidad,
Cordura, locura…
¿Acaso ambas no son un delirio?

Los espectros de su huella, historia,
en las fronteras propias de su creación subjetiva.
Abismos de un progreso lioso.
Cronos enclaustrado en los relojes
de sus paradojas y epistemes  
jugando en la edición del paisaje
¿Acaso dioses mortales y confundidos?

Imágenes opuestas en los espejos culturales.
los bípedos, un misterio de prueba-error
máquinas orgánicas vanidosas
empeñadas en salirse de los sistemas naturales,
trasformadores de la energía mortífera
¿Cuándo murió la voluntad para la consciencia?

La extinción tiene su perfume. 
La belleza es cuestión cultural,
Un fantasma atormentado por la complacencia.
La libertad demasiado encadenada,
Paradigmas de la condición
el Yo y los demás que buscan su cause,
en porciones cerámicas de una historia incompleta
Transigencia inestable de una definición dinámica
Doctrinas filosóficas que apenas son fachadas,
del humano bajo su piel
Un escueto ser que no termina de entenderse.

Autor: Carlos Arturo

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Gracias Verónica por tomarme en cuenta :-) Feliz semana de la amistad a todos