domingo, 12 de diciembre de 2010

Relato encadenado y 2años de la apertura de este blog.

He llegado a mi segundo aniversario junto a mis quimeras y a todo lo que me susurran al oído. Con ustedes he aprendido demasiado, y me atrevo a asegurar que he captado mucho más de lo que creo y tengo consciencia. No tengo más que decirles que:
y Carpe Diem

Para celebrar toda esta alegría con ustedes, he decidido inventarme un relato con el fin de que todos ustedes me ayuden a continuarlo, es un relato encadenado, éste consiste en que cada uno de ustedes aporten su maravilloso ingenio e inspiración. Ha sido un gran placer este transcurrir y espero que siga y siga hasta donde aguante. Ahora procedo a dejarles el principio para que ustedes lo continúen.

"El coleccionista de huellas"

Una de esas noches de rebuscada melancolía y recuerdos que reactivan sentires retomé una endeble libreta donde anotaba las citas interesantes de libros que había leído. No ojeé mucho cuando redescubrí una que me causó una reacción diferente a la que había interpretado con anterioridad, ésta cita era de un escritor peruano llamado Jaime Bayly. La cita la extraje de un libro de relatos llamado “compilación de escritos” entre esa compilación leí el “Dios confundido”, y de ahí resalté lo siguiente: Sospecho que escribo porque es una manera de vivir otras vidas, de vivir de nuevo, de vivir mejor". Desde entonces creía que ese escritor era un idiota por haber dicho semejante barbaridad, no obstante esa frase había quedado escrita en mi vieja libreta, supongo, que hubiese necesitado leer aún mucho más para haberla podido entender en su tiempo. Esta vez la frase se me quedó transcrita en el pensamiento luego de haber cerrado la libreta y haberla llevado a mi habitación.

Luego de unas semanas, me atreví a comenzar a leer mi primer y único libro publicado, quise encontrar entre aquella horda de palabras la razón del fracaso de mi primer “bebé”. Sentí miedo de abrir “El candado de tu boca” (así se llama) trata sobre una adolescente autista y un hombre que abusa sexualmente de ella. Las expectativas de la editorial fueron inmensas con la historia, me hicieron contar becerros antes de nacer, y en vez de becerros obtuve una gran plasta de excremento. La editorial me contrató para la impresión y publicación de tres libros, de los cuales ya uno había salido. Me imagino que los altos mandos habían imaginado que la popularidad sería tanta que pensaron en una trilogía. Todos fuimos unos grandísimos pendejos, porque los resultados fueron estériles. Regalé 50 ejemplares entre amigos y familias, fueron los únicos que reconocieron mi trabajo.

Había leído 385 de las 400 páginas de la novela, en esta sección me sentí un idiota, no por la historia del libro, al menos, aún me resultaba degustable a mis adentros, me sentí así por esa cita del escritor Jaime, al darme cuenta de la razón que tenía, cuando escribí los tres personajes más relevantes de mi historia me di cuenta de que por medio de ellos se viven otras vidas, aunque no sé si mejores, pero son otras vidas; fui mujer, fui hombre, fui autista, un sádico abusador, fui policía, fui madre, y fui Dios, me convertí en ellos al bailar una especie tap, con la diferencia de que los pasos fueron hechos con mis dedos en esa pista de baile que fue el teclado de mi ordenador. Por consiguiente no tuve concentración para seguir leyendo, los ecos de la cita del Sr. Bayly se me quedaron rebotando y rebotando en mi cabeza.

Luego de días de haber pensado tanto, decidí atreverme nuevamente a escribir algo que iría más allá de las fronteras que tenía por paredes en mi casa y usar mi recurso a estructurar un nuevo libro. Esta vez nada de novelas o relatos, decidí dejarme llevar por lo que no sé a dónde me llevaría. De algo estaba completamente seguro, y es que este libro sería escrito por mí, pero con palabras de otros escritores que aún no habían logrado el reconocimiento; formulé la pregunta para todos y todos a su vez me contarían su historia. La interrogante sería: ¿Por qué y para qué escribes? Y me lancé a ese mar de posibles respuestas que al juntarlas todas llamaría: “El coleccionista de huellas” está vez serían las huellas borrosas, pero huellas a fin de cuentas. Y así busqué en mi directorio para contactar algunos amigos que habían pasado por mi mismo caso, y a su vez ellos pudiesen contactar a otros escritores con la misma situación. Siempre supe que sería un libro arriesgado, incluso más que el otro, porque a ¿quién le interesaría saber sobre escritores “fracasados” comercialmente? pues, no sé… pero ya tocaría averiguarlo.


A las 8:00 a.m del siguiente día de haber enviado mi idea a algunos compañeros, me senté en mi ordenador y accedí a mi correo electrónico, solo una persona me había respondido, era mi colega Adalberto Mercado, diciéndome que gustoso participaría, con la condición de que todo fuese por este medio. Yo le respondí….

¡Es todo de ustedes!

viernes, 3 de diciembre de 2010

Róbame


Hace poco me puse a registrar ese interminable "baúl" de recuerdos que es un pequeño estante donde hay algunos libros de mi mamá (en su mayoría sobre salud), y gracias a mi curiosidad de buscar no sé qué, es lo que me ha permitido publicar esta entrada. Ese "baúl" de rememoranzas no los compone los inmensos huracanes de párrafos entre páginas amarillentas y polvorientas, sino, la cantidad de dibujos que solía plantarles yo a esos estáticos libros a unos escasos tres años y aniversarios en adelante. Los dibujos son figuras antropomorfas que en su tiempo hicieron el intento de trazar las dimensiones del cuerpo humano con kilómetros y kilómetros de tinta roja ( Gracias una basta colección de bolígrafos de tinta roja que mamá tenía para aquel entonces). En esos bastos diarios de "arte rupestre" (por así llamarle para justificar aquellas imposiciones de trazados a los rígidos párrafos que nunca me molesté en leer) encontré más que risas, melancolías y desordenes. Me topé con uno de los tantos cuadernos que llené de escritos a los 12 o 13 años (soy terriblemente y bárbaramente malo para contabilizar los años), a esa infamia de sentires que me apretujaban en ese tiempo, había decidido colocarle "Dulces Heridas" con un diseño de portada inventado por mí (que es la imagen que representa esta entrada); entre ese título encontré el tercero de tantas cosas que había escrito, se llama: Róbame. Creo, que lo escribí en una prolongada visita que hice a la casa de una tía, en esos tiempos intensos de la adolescencia efervescente y "sufrida". Hoy el recuerdo pudo más que las vergüenzas de mostrar algo que es parte de nosotros, pero insistimos en negarlo para no mostrar nuestras fracturas que actualmente se encuentran casi sanadas o completamente sanas. Se los dejo a continuación:

-Róbame-

Róbame las ganas de vivir
Róbame mi mirada
Róbame mis párpados caídos
Róbame algunas de mis esperanzas
Róbame el corazón y tíralo en una calle de Manhattan
Róbame el alma que la tengo rota
róbame los sentidos
róbame lo que quieras, pero no te vayas.

Róbame estas ganas de besarte, doy la mitad de mi vida porque te quedes tan solo un día más para caminar sobre las nubes y estrellas.
Deslizarnos en un arco iris y dormir en la lluvia.
Róbame los recuerdos bellos de nuestra relación.
Róbame lo que quieras, pero no te vayas.

Róbame las ganas de olvidarte
Róbame el corazón y llévatelo en el olvido
Róbame la vida después de la muerte
Róbame la historia que me has escrito
Róbame la ternura que inspiro
Róbame mi mundo que está hecho trizas.
Róbame lo que me abunda, prolongando el tiempo de tu ida.


Autor: Carlos Arturo

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Gracias Verónica por tomarme en cuenta :-) Feliz semana de la amistad a todos