martes, 25 de mayo de 2010

Oda a la felicidad

Oda a la felicidad, nómada que siempre regresa en buena nueva,

La brisa que acaricia el alma en el éxtasis de su droga.

Sueño que se aviva en el post de la dificultad matutina,

Como ladrón llega robando las tristezas,

Alquimista rompe olas, purificadora innata.

Transforma la miseria del silencio en júbilos con brincos agregados.


Oda a la felicidad, que no deja de ser la ingrata que muta todo a su paso,

Se añora cuando recorre otras bocas y menos la mía.

Sinónimo de renacimiento del alma,

Silvestre y recolectora de lo gratos recuerdos,

dormita a lo lejos para darse a valorar.


Oda a la felicidad, que también peca con su nombre alegría,

Se va comiendo por dentro cada tejido pútrido e inservible,

Parturienta de la salud, tan briosa desde lo enfermo.

Casta y manoseada, como el río y sus corrientes,

Tan pura que ya no importa nada más que ella,

Valorando los porqué de su llegada.


Oda a la felicidad, por la conspiración de ella con el mundo,

Por las risas que se estrellan en el viento,

Por su manifiesto hasta en lo intangible de su verbo.

Contradictoria y poco entendida, agua mansa y agua brava.

Copula en mis labios y sáciate de mis lamentos,

Aún hay espacio en mi existencia para tus estigmas,

Juega con mi vida, amalgama las estrías

con tu revolución de impulsos y calambres,

déjame abrazarte por un rato más,

que te cantaré a fuerza de carcajadas.


Autor: Carlos Arturo

domingo, 9 de mayo de 2010

Memorias de una vida


Ella nació un 14 de diciembre de 1950, entre el parto arcaico, con el olor de la Sierra colombiana. Su niñez, perfumada entre cambures y café, con la arena de zapatos y la inocencia en las pupilas. La tercera de 08 hermanos más, una escalera de humanos para el juego, para el cuidado.


No cabía la tristeza entre tanta carencia, durmiendo entre cartones como colchón, ignorando el materialismo que en aquellos arrabales se codiciaba.


Su crecimiento olía a verdes hojas que le impregnaban los ríos, su madurez fue llegando a medida de sus travesuras, ella ignoraba lo catastrófico de 1939/1945, su padre jamás le habló del por qué llegó hasta Suramérica. Su madre fue quien entre tratos secos le enseñó que el cariño era posible.


Cuando sus 15 llegaron toda la familia había recorrido parte de Colombia, buscando la estabilidad que no les era posible, pero ella anhelaba volver a las montañas profanadas por su existencia, cuando el destierro la llevó a Venezuela. Desde entonces comenzó su lucha por la constancia, de los hogares despoblados, no quería hacer de éste uno más. Hoy día la Villa del Rosario sigue siendo el ambiente constante de su historia.


Adoptó y parió… entre un matrimonio que no le brindo el sueño de ser feliz, cuando abrió los ojos se dio cuenta de su independencia, cociendo zapatos, fue asumiendo su amor al zurcido, comenzando por remendar lo que años anteriores de compromisos le habían destajados. No dejó una sola pieza que no volviera a su lugar, y con tan sólo saber escribir y leer se lanzó al mundo de la alta costura, dejando atrás aquel momento en que se pintaba como una enfermera.


El amor la visitó una vez más, ella dejó atrás las quimeras de las promesas, alzando la bandera a una nueva experiencia. Adonais se llamaba él, forjaron un nuevo hogar, ella, sus hijos y el nuevo inquilino en esa vida. Cuando en septiembre del 94 la muerte sorprendió a aquel hombre.


Como viuda lloró vestida en claroscuros, crió a su tercer hijo generando capital a partir de la costura. Desde entonces esa ha sido su vida, dedicando tiempos que ya no merece gastar, con la cara cortada por el tiempo y el plateado entre la raíz que anuncia su experiencia a seis décadas de existencia.


Ella es sinónimo de trabajo, vida, alegría, orgullo, amor, guerras, supervivencia, maternidad, humanidad y tantas cosas más. Su nombre es Doris de naturaleza comprensiva, hembra de parto, hembra poderosa y tierna de manos nobles. Ella es mi madre, me bautizó como Carlos Arturo, yo soy el tercero de esos tres hijos, quien ha dicho más veces “Mami” antes que cualquier otra palabra, que no se desgasta, no se fractura, no vence, ni consume. Ella es la señora que ha dado frente a mis miedos y me espanta los fantasmas con su abrazo.


“Mamí, sonríe que aún hay motivos para seguir entrelazados”


Carlos Arturo

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Gracias Verónica por tomarme en cuenta :-) Feliz semana de la amistad a todos