-¿Por qué? - preguntó el interrogador a la presunta asesina.
Ella guardaba un perturbador silencio, de esos en que el mutismo calienta la sangre ante la impaciencia de respuestas nulas. La mujer bajó la mirada y luego la alzó, pocas expresiones se evidenciaban en su cara… hasta que ella al fin dejó brotar sonidos articulados de su boca: “¿Por qué, Qué?”
- No puede negar que cometió los asesinatos por los cuales hoy está aquí – dijo el hombre con voz furiosa.
Ella sonrió y dijo: “si no puedo negar los asesinatos, ¿Entonces para qué coño me está preguntando?”. Y de nuevo volvió a su rostro la expresión nula e indiferente.
El hombre frunció el seño, y respiró profundo. – tenemos más de media hora aquí, señorita Zuhorly, espero respuestas del porqué cometió los asesinatos, cuáles fueron los motores que la impulsaron a tomar medidas de ese tipo – él se acercó a la silla frente a ella y se sentó mirándola fijamente a los ojos.
-Alguien debía hacerlo, por la culpa de malditas escorias como ellos mi vida se hizo una mierda, y pare de contar cuántas mujeres más – humectó sus labios con saliva y continuó: “mire, oficial, o cómo sea lo que sea usted, he hecho un acto heroico, y no pido ni siquiera las gracias, mas sin embargo me odian”.
-Ese acto “heroico”… la ha vuelto una escoria más – dijo el hombre con la mirada fija en la desenfocada mirada de Zuhorly. Ella pestañeo y de nuevo respondió: “alguien debía sacrificarse, después de todo usted lo ve de otra forma, puesto que jamás podrá estar en los zapatos de una mujer violada”. Entonces ella comenzó a mirar el techo de la esquizofrénica habitación.
Él se puso las manos frente a la cara y las bajo con suavidad, de nuevo inspiró aire para proseguir con el interrogatorio. – No es de héroes matar Zuhorly – ella bajó la mirada y la clavó frente al interrogador con una clara molestia que se bordeaba en sus pupilas - ¿No es de héroes matar? ¡Y me lo dice un policía! – Soltó una carcajada odiosa y tormentosa – ¡ay por favor! Los policías matan, los soldados matan, y por consecuencia son héroes de la nación, apuesto que un soldado en la guerra ha matado más gente que yo… y no tienen cárcel, sino, condecoraciones”.
-Es seguridad nacional, no puede comparar. ¡Maldita sea! – infirió el hombre con un golpe en su pierna.
-¿Y lo que yo hice, no es seguridad? Soy tan policía como usted señor, con la diferencia de que no tengo una placa que me identifique, asesino de manera más compleja, menos pública, aparte, de que jamás fui a una academia para entrenarme. Es la única diferencia entre usted y yo – dijo ella, con plena brusquedad y sudor cayendo de su cuerpo. Él sabía que ella no daría su brazo a torcer y tan sólo respondió con una voz muy pasiva: “es venganza”.
-Ustedes también se vengan, no hay grandes diferencias dije. Nunca maté a un inocente, todos eran culpables. Y creo que se ha salido del interrogatorio – haciendo una expresión de que el calor era insoportable. – ¿sabe cuántos maté? 14 alimañas de esas, puedo darle detalle de cada muerte, de cada grito, de cada tortura- dijo Zuhorly con cierta picardía.
Él la miró con cierto miedo, y se repuso preguntando: “¿Intentaba huir?, En sus zapatos está todo, hay sangre que coincide con el ADN de los muertos, sus huellas coinciden con los dejados en el terreno fangoso de la colina”. Ella tardo de nuevo en responder, pero al fin se dejó de vacilaciones: “Nunca intente huir, guapo, yo siempre dejé las huellas, los rastros y el perfume para que me encontraran, es la única forma de parar con todo esto. De repente en un futuro haya alguien que me pueda reemplazar, pero con esto yo me jubilo. En cuanto a los zapatos, ellos fueron siempre mis favoritos para castigar a cada desgraciado de esos. Yo los llevaba puesto en el momento que ese hombre me violó. Ellos desatan esa furia y ponen el alto mis bajas pasiones, ellos están tan rotos, viejos y sucios como yo”. Zuhorly nunca dejó caer una lágrima, las secaba antes que comenzaran su camino en su cara.
Él sintió cierta lástima por ella, sabía las conductas que asumían algunas víctimas eran consecuencia de esos actos atroces. Sólo pudo decir: “Ya parará todo esto que te atormenta”. Ella lo miro con rareza, y dijo: “parará el ajusticiamiento, pero seguirán las fracturas emocionales, los abusos y los sufrimientos.
-No puedes hacer nada el respecto – dijo el hombre y Zuhorly lo miró como si hubiese dicho una burrada, y le contestó: “Sí puedo hacer, seguir matando a esos malditos” cruzando la pierna, comenzó a mirar sus uñas pintadas rosa y desconchadas preguntando: “¿Será posible que para donde me lleven haya barniz de uñas?, ¡están hechas un asco!”.
Carlos Arturo